El País con la diversidad

En Bolivia los avances se han llevado adelante, como casi siempre, buscando caminos y vericuetos por los que pasar sin hacer mucho ruido, aunque han logrado los objetivos

El mundo occidental celebra un año más este 28 de junio el día del Orgullo LGTBI. También Bolivia pese a ser una de las sociedades más conservadoras y reaccionarias ante este tipo de manifestaciones que, gracias a los esfuerzos de sus activistas, se van normalizando en el calendario de igual manera que sus reivindicaciones.

Lo cierto es que el colectivo ha crecido tanto que la diversidad genera numerosas tensiones a su interior, pero el día del Orgullo genera el consenso más amplio: los derechos que se reivindican están por encima de las divergencias sobre los caminos de lucha a tomar. Es esa convergencia la que le ha permitido crecer de una forma más sostenida y sostenible que otros movimientos, incluyendo el feminista, que ha tardado más en explicarse y registra retrocesos cíclicos.

Trabajar en la integración plena y romper los prejuicios instalados durante siglos son tareas que aquellos que participamos del debate público y político debemos asumir como tarea elemental

El colectivo fue, de inicio, una herramienta para la protección en un mundo hostil donde la violencia estaba – y está naturalizada -. De alguna forma, sumar pares permitió protegerse y, desde ahí, se empezaron a plantear las reivindicaciones de igualdad negadas en la democracia liberal y las formas institucionales que vino adoptando en los últimos 300 años, básicamente con la unión de hombres y mujeres en el centro. Lograr un cambio de paradigma que coloque primero a la familia en el centro de esa institucionalidad y después reconozca las distintas formas de familias supone un trabajo titánico que se ha llevado a cabo desde distintas vías.

En Bolivia los avances se han llevado adelante, como casi siempre, buscando caminos y vericuetos por los que pasar. Por ejemplo, el colectivo ha logrado que se reconozca la unión libre sin que medie una ley para ello sino que se interprete al detalle lo dispuesto en la Constitución como criterio de igualdad. Una lucha de años que contrasta, por ejemplo, con las relativas facilidades con las que se acepta el concubinato.

En principio la determinación permite resolver algunos de los problemas básicos que enfrentaban las parejas del mismo sexo en Bolivia, como las herencias, las pensiones o la cobertura del sistema de salud, aunque deja en el mismo vacío otros como la adopción y otros beneficios vinculados a la paternidad, por ejemplo.

Con seguridad hay muchos asuntos del ámbito civil que se deben seguir discutiendo y conquistando, lo que ya no debería estar en discusión es el reconocimiento de la orientación sexual como un derecho inalienable ejercido libremente y desde la individualidad. No son cuestiones de la modernidad ni caprichos de las nuevas generaciones. Son derechos humanos.

Desde ahí, trabajar en la integración plena y romper los prejuicios instalados durante siglos son tareas que aquellos que participamos del debate público y político debemos asumir como tarea elemental. Los avances son sociales, las leyes los protegen. En una Bolivia tan inmensamente diversa y plural, este es solo un pequeño paso en la conformación de nuestra identidad. 


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