Educar un país menos machista
La nueva malla pretende plantar cara a dos de los más graves problemas del país: la alta tasa de feminicidios y el embarazo adolescente
Después de más de un mes de protestas de los maestros urbanos, el objetivo se va definiendo. Es verdad que una buena parte se moviliza por las promesas económicas nunca cumplidas, otros porque se cumplan ratios y otros debes que atañen a la calidad de la educación, pero cada vez queda más patente que la lucha en específico es contra la nueva malla curricular.
De estos que luchan contra la nueva malla hay los que lo hacen por las burdas incorporaciones en el área social que determina los hechos de 2019 como Golpe de Estado sin que haya sentencia firme que así lo avale. Hay otra buena parte que lucha contra el global de la malla porque en general no les gusta cambiar ni sus métodos, ni sus lecciones, ni dedicar un poco de esfuerzo extra a innovar y renovar sus materiales didácticos. Por lo general son los que piden herramientas y capacitaciones y sí, suelen ser los mismos que aún guardan las kuaa en el cajón porque en una década aún no encontraron el momento de capacitarse.
Después hay una buena parte que lucha contra los conceptos de esa nueva malla curricular que no quieren aplicar porque consideran que atenta contra valores tradicionales que al parecer son los que se inculcan en la educación reglada actual, y en específico son dos asuntos: el que atañe a la educación sexual integral y, de la mano, el que habla de despatriarcalizar la educación.
El fenómeno no es exclusivo de Bolivia, al contrario, en todo el mundo occidental se ha dado un movimiento revisionista sobre las políticas educativas haciéndolo caballo de batalla contra los sectores más progresistas, incluso observando asuntos plenamente consolidados desde hace décadas.
En Bolivia el gobierno de Luis Arce dista mucho de ser un gobierno progresista, aunque sea ligeramente más que el de Evo Morales, con todo, su ministra más comprometida con la causa, la ministra de Presidencia María Nela Prada, ha liderado la incorporación de estos asuntos sensibles en la malla para de alguna forma empezar a plantar cara a dos de los más graves problemas del país: la alta tasa de feminicidios y el embarazo adolescente.
Bolivia es el país de Sudamérica con más feminicidios por cada 100.000 mujeres y ronda desde hace años las dos asesinadas por semana. Ninguna medida de las que se plantean funcionarán por sí mismas mientras no haya un cambio de paradigma en la relación hombre – mujer, y a esto también van los datos de embarazo adolescente en un país donde casi es normal que la mitad de sus mujeres haya llegado a los 20 años con al menos un embarazo a término, con lo que eso supone para las familias, para el niño y para la formación de la mujer, que es quien asume la crianza, abandona los estudios o los pospone y por ende, comienza a cimentar su propia vulnerabilidad.
Todo esto pasa y es evidente que en las familias y en otras instituciones delegadas no se está proporcionando la información necesaria para paliar la situación o cambiarla. Que la escuela pueda ayudar no solo es una buena idea, sino una necesidad imprescindible.