Agendas para el 8M en Bolivia

En Bolivia, para hablar de igualdad hace falta discutir las cargas, lo asistencial, las políticas educativas, la violencia, el embarazo adolescente y la brecha salarial como mínimo.

Ha tardado, pero la celebración del Día Internacional de la Mujer del 8 de Marzo ya se ha instalado plenamente en Bolivia como lo que es: una jornada de lucha y reivindicación política en toda su dimensión, aunque en su aplicación práctica acabe estampándose contra la disciplina partidaria en cada caso.

Es verdad que muchos de los políticos y dirigentes, hombres y mujeres, estaban más cómodos en el escenario de las felicitaciones, las flores y las coplas a la belleza femenina, pero eso, afortunadamente, ha quedado sepultado no tanto por el paso del tiempo como por la emergencia del problema, y aunque muchos sigan pataleando por un tiempo pasado de hegemonía e impunidad, ya no volverá.

El 8 de Marzo no es el “día de los feminicidios” en el que se hacen recuentos, pero bien podría ser el día de la violencia, pero no en el que se sacan los pañuelos para secarse las lágrimas, sino para mirar en lo profundo de las causas y trazar estrategias, planes y acciones concretas para eliminarlas, porque el problema no es la violencia a secas, sino todo lo que lleva hacia esa violencia y ahí es donde hay que actuar.

El 8 de Marzo “de antes” se dedicaba a la Mujer Trabajadora, y no en vano, es en el ámbito laboral donde se evidencian las grandes desigualdades de género que atañen a la mujer, aunque se generen en el ámbito de lo privado y familiar, donde se acaban reproduciendo en un bucle que en algún momento todos y todas debemos frenar.

El 8 de Marzo no es el “día de los feminicidios” en el que se hacen recuentos, pero bien podría ser el día de la violencia para mirar en lo profundo de las causas

Hoy, en 2023, nadie públicamente podría defender en ningún lugar del mundo que la mujer tenga menos derechos que los hombres o que esté obligada a hacer alguna cosa diferente que los hombres, los padres y madres jóvenes lo saben y sin embargo todavía hay mucha gente defendiendo el derecho a educar a sus hijas con más cargas familiares y más miedos que sus hermanos varones.

Después viene lo de estudiar esto o lo otro, lo de crear responsabilidades y culpas y, con un poco de mala suerte, el embarazo adolescente del que este país es líder continental, y de ahí las madres adolescentes que renuncian a sus carreras educativas y profesionales porque en este país abortar, aun violada, es un calvario de alto riesgo y las ayudas a la crianza simplemente inexistentes más allá de tu madre y con suerte, tu abuela.

La vulnerabilidad social de las mujeres se traduce en brecha salarial y de ahí, en mas vulnerabilidad, casos de dependencia extrema y, demasiadas veces, violencia. Es el círculo infinito que hasta ahora, nadie se atreve a romper.

Romper el círculo supone sacar este asunto del ámbito de lo privado y exigir intervención del Estado para garantizar la igualdad, una bandera propia de la izquierda y del sentido común, pero que en este país en el que se dice que gobierna la izquierda se pasa de puntillas, cuando no con comentarios jocosamente machistas, porque aquí a nadie le gusta que le digan que no está haciendo nada.

“Mejor hablar de feminicidios que estamos todos de acuerdo”. Pues no.

En Bolivia, para hablar de igualdad hace falta discutir las cargas, lo asistencial, las políticas educativas, la violencia, el embarazo adolescente y la brecha salarial como mínimo.

Que el 8 de Marzo sirva para seguir abriendo brecha sin autocomplacencias.

 


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