La vendimia de todos

El sector vitivinícola tiene desafíos: abrir mercados nuevos, alargar la temporada del consumo de uva e involucrar a las bodegas, cada vez más apartadas de la comunidad que les da de comer

La vendimia es el momento económico más importante del valle central de Tarija; miles de familias dependen de esa cosecha que es la que logra mayor valor, mayor proyección y se entrelaza sinceramente con la propia idiosincrasia de este lugar. Arruinarla por una cuestión de egos y una alarmante falta de creatividad sería ridículo, pero parece que se va por el camino.

Cosechar la uva es un ritual casi ancestral, un momento casi místico que se asocia a los placeres de la buena vida, a la capacidad inspiradora de una buena copa de vino, pero también a duras jornadas de trabajo en el campo, casi siempre en familia, casi siempre orgullosos. Como en cualquier lugar del mundo, el fin de la cosecha implica negociación, qué hacer con el producto sobrante y qué hacer para el año que viene y finalmente, un festejo bien puesto por el trabajo, por el futuro, por los frutos dados.

En Uriondo, desde hace años, se ha venido trabajando para amplificar los efectos de estas dos acciones naturales: la de comerciar en feria y la de festejar, organizando una Feria – Festival que por sus peculiaridades atrae a gran cantidad de turistas, lo que le permite al pequeño municipio agrícola estirar un poco más esa bonanza de la cosecha con otros ingresos casuales y poner el nombre de la región vitivinícola más importante del país en el mapa. Alcaldes de todos los colores han contribuido a esto, aunque los beneficios se los hayan acabado llevando un puñado de grandes desagradecidos.

Dicho esto, también es verdad que nadie tiene el monopolio de la uva, ni de la vendimia, ni nadie puede prohibir que se monte el festival que se desee, salvo si entra en la ecuación dinero o bienes públicos, que en ese caso sí hay que explicar mucho mejor las determinaciones tomadas.

Reducir la Vendimia Chapaca a la celebración de un festival es un despropósito, pero montar dos en paralelo es demencial, y desde luego corresponde instar al diálogo a los organizadores públicos y encubiertos, pues nadie está para derrochar y mucho menos, para hacer negocios fallidos por terquedades.

El sector vitivinícola sigue teniendo muchos desafíos pendientes: abrir mercados nuevos, alargar la temporada del consumo con cámaras de frío, proteger las cosechas e involucrar a las bodegas, cada vez más apartadas de la comunidad que les da de comer, como para andar peleando por dónde corresponde festejar la cosecha y hacer la feria.

2023 es un año clave porque los propios productores han alertado de que hay menos uva en las cepas y que eso va a poner a prueba de verdad el negocio en todas sus vertientes. Se acabaron los remates, se acabó el contrabando de tapadillo camuflado en compras de última hora.

La vendimia es una seña de identidad del valle central, un proyecto común que beneficia a todos y que debemos empujar lo más compactamente posible. Dese luego, poner palos en las ruedas solo sirve para enturbiar y aburrir. Justo lo que no puede pasar con la uva ni el vino.


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