Montes y la nueva relación con el Chaco

Primero se peleaba por regalías, luego por IDH, y quién sabe qué hubiera sido lo siguiente. Con las cuentas claras, la dinámica victimista bidireccional se ha cortado

La política aplicada por el gobernador de Tarija, Óscar Montes, respecto a la relación con la Región Autónoma del Chaco ha contribuido fundamentalmente a acabar con el clima de confrontación permanente que se había instalado en el departamento. La dinámica de confrontación servía sobre todo para esconder las vergüenzas, pues nada en el fondo acababa siendo tan relevante como se pretendía hacer ver, pero tenía además un trasfondo político electoral indisimulable. Lo del populismo victimista lleva tiempo instalado en estos lares.

Los recursos departamentales son esencialmente migajas, pero los buenos años de las regalías a partir de 2010, con los grandes pozos de Margarita, San Alberto y San Antonio funcionando a pleno rendimiento, hicieron creer que Tarija era Qatar. Pero no era Qatar. Al final se estima en unos 6.000 millones de dólares de renta petrolera percibida desde 2005 en el departamento, pero no deja de ser apenas un porcentaje de lo que recibió el conjunto del país por ese concepto.

En el Chaco, como en el valle central, se sabe muy bien que la carencia de infraestructuras útiles y necesarias y de las inversiones que podían haber cambiado el destino de esta tierra, así como la subversiva dejación de funciones en las fronteras que lacran las iniciativas productivas, no son una responsabilidad departamental, sino nacional, y que es al gobierno de La Paz al que había y hay que exigirle que cumpla con su misión y con sus compromisos. Sin embargo, los difíciles equilibrios políticos han hecho que esta parte se opaque por una confrontación valle – Chaco inútil para todos.

Más por convicción que porque ya lo tenga todo hecho – en Bolivia los políticos no se jubilan nunca -, Montes optó por entrar con plantazo y parar el carro. Dejó de especular, sacó la calculadora y en reunión en la región autónoma puso sobre la mesa deudas e ingresos. Primero se peleaba por regalías, luego por IDH, y quién sabe qué hubiera sido lo siguiente. Con las cuentas claras, la dinámica victimista bidireccional se ha cortado. Después de eso, ni el Chaco le debe nada al valle ni el valle al Chaco mientras se corre un tupido velo sobre el pacto fiscal departamental que es la Ley del 45%. La Autonomía Regional es un hecho, un ente con competencias para planificar y decidir sobre su propio desarrollo y resolver sus propios problemas.

Ahora, una vez rota la dinámica tóxica y reconocidas las competencias y capacidades, lo que toca es encontrar los caminos necesarios que nos mantengan unidos. Tarija sigue siendo el departamento más pequeño de Bolivia con apenas un 5 por ciento de la población; nadie vendrá a resolver nuestros problemas si ni siquiera somos capaces de trazar un plan conjunto que mantenga los equilibrios y explote las potencialidades. La división es el caldo de cultivo para el expolio. Las autoridades de uno y otro lado deben iniciar el proceso de reencuentro lo antes posible. Hay demasiadas cosas aún por hacer.


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