El crecimiento de Tarija

El departamento necesita en este momento un impulso público para recuperar su dinamismo y permitirse dar nuevos saltos en su transformación como polo de desarrollo

La mejor de las noticias que podía dejar la FexpoTarija se dio justo antes de empezar, en el mismo acto de inauguración, y aunque el dato se conocía, no se había certificado con la vehemencia del presidente Luis Alberto Arce Catacora, que cifró el crecimiento de Tarija en 2021 en un 2,5 por ciento.

La cifra no es para lanzar cohetes, pero es sin duda alentadora. Rompe una dinámica de seis años de recesión, originados por aquel crack del precio del petróleo de 2014, cuando empezó a bajar desde los 100 dólares de octubre a los apenas 30 de enero de 2016. Se escondía detrás una guerra endiablada por la eficiencia en la producción del hidrocarburo no convencional y alguna intencionalidad política de poner contra las cuerdas a Venezuela y otros regímenes hostiles, como el ruso, que sí necesitaba precios altos para sus prospecciones en el mar del norte.

Es tiempo de cerrar las cargas pendientes, demasiado atravesadas por la política, y diseñar nuevos planes que traigan empleos y calidad de vida

Para Tarija supuso un boquete enorme en sus cuentas, pues el cierre de la gestión de Lino Condori fue un jolgorio desmesurado en el que se acumularon hasta 18.000 millones de bolivianos en obras comprometidas de todos los tamaños y para todos los amigos o enemigos – todas ellas con su certificado de disponibilidad presupuestaria - que después quedaron en el debe cuando las regalías pasaron de 3.000 millones a 800.

La gestión de Adrián Oliva administró esta caída con precios del petróleo que rondaron los 60 dólares en promedio, con lo que se dedicó a cortar obras, aunque logró darle cierta vistosidad a sus acciones gracias a la convicción marquetinera de su equipo. Los datos al final seguían siendo básicamente malos a lo que se le añadía mayor nivel de endeudamiento oficial, es decir, regularizada ya con entidades financieras incluso privadas que permitieron al menos sanear algunas empresas.

La gestión de Montes heredó esa situación de precariedad y el exalcalde, que ya atravesó situaciones similares en la alcaldía, no dudó en meter la tijera y cortar todo lo no esencial enarbolando la bandera de la austeridad, una medida problemática por lo que en Tarija supone la Gobernación en tanto dinamizador de la economía. También ha tenido una especie de “golpe de suerte” que va a permitir el cambio de dinámica, pues la guerra en Ucrania iniciada en febrero de 2022 ha acabado por elevar los precios del gas y por ende, sus regalías, que ya se habían acercado a los 100 dólares en 2021 con la salida de la pandemia.

Tarija necesita en este momento un impulso público para recuperar su dinamismo y permitirse dar nuevos saltos en su transformación como polo de desarrollo con Tarija y Yacuiba como núcleos complementarios. Es tiempo de cerrar las cargas pendientes, demasiado atravesadas por la política, y diseñar nuevos planes que traigan empleos y calidad de vida. El acercamiento sin duda es una buena señal, ojalá en el corto plazo se establezcan sintonías apropiadas para llevar a Tarija adelante, sin sectarismos ni viejos rencores.


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