Tarija y la proyección del Censo

Las proyecciones para Tarija, estimadas a partir de un momento dulce como fue el anterior periodo intercensal 2001-2012, parecen ser demasiado optimistas

Tal vez Tarija sea uno de los departamentos más objetivamente interesados en que se actualice el Censo de Población y Vivienda con las mayores garantías de éxito, pues las proyecciones estimadas a partir del de 2012 chirrían cada vez más.

Los datos obtenidos entonces reflejaban un salto cualitativo en el departamento en relación al de 2001 por motivos evidentes. El gas se convirtió en realidad en la primera década del siglo XXI y las regalías empezaron a fluir con alegría a un departamento tradicionalmente atrasado y tranquilo, sin grandes aspiraciones de poder ni de ser referencia de nada, salvo en todo caso, del buen vivir. La expectativa completó el proceso iniciado con las relocalizaciones mineras de las décadas anteriores y el efecto llamada corrió como la pólvora. ¿Quién no querría vivir en Tarija? ¿Quién no entonces que además había expectativa de futuro?

La autonomía se convirtió entonces en caballo de batalla y el ciclo se volvió virtuoso. Cada vez más y más recursos, más y más obras de cemento y más espacios políticos sobre los que seguir alimentando esa ansiedad de crecer rápido.

Tarija tenía 503.886 habitantes en el 2012 y las proyecciones del INE, aun con sus correcciones intermedias, señala que en este 2022 somos 601.214 habitantes, una cifra optimista que nos coloca como uno de los pocos departamentos que ha crecido respecto al porcentaje nacional. Es decir, que en el 2012 había un 4,86% de tarijeños en el país y en el 2022 habrá un 5,007%, apenas una décima de crecimiento que, aun así, muchos ponen en duda, pues Tarija lleva seis años en crisis, destruyendo su propio PIB, expulsando población que no encuentra trabajo y renunciando a muchos sueños de crear familias, como evidencia la caída brusca de la natalidad, por lo que, salvo sorpresa conjunta, el peso departamental en el conjunto nacional se mantendrá igual a duras penas.

Por otro lado, Tarija ha tenido su propio experimento socioeconómico en este periodo intercensal impulsado por la autonomía: la creación de las subgobernaciones y la carrera competencial que estas hicieron con los municipios ha supuesto la gestión descentralizada de muchos recursos económicos, que, en algunos casos, se tradujo en obras grandilocuentes y sin sentido que constituyeron un despilfarro, pero que en otros casos, ha servido para crear servicios, crear puestos de trabajo y, en definitiva, fijar población en el territorio, siendo este uno de los grandes problemas nacionales y el que con seguridad mostrará en toda su crudeza el próximo censo, se haga cuando se haga: el campo está vacío.

El censo se hace para imaginar un futuro mejor juntos. Será importante atender a los datos sin apasionamientos, aunque ciertamente puede ser complejo que eso suceda.


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