Para qué buscar más gas

Los estrategas climáticos han indultado el gas, pero YPFB debe definir cómo va a buscar más y sobre todo, en qué lo piensa emplear el país

Los precios de los hidrocarburos en el mercado internacional se mantienen altos pero la producción nacional sigue a la baja. YPFB está tardando una eternidad en plantear una nueva estrategia mientras se esconde detrás del “plan de reactivación”, con pocos avances concretos pese a que se supone era un plan de choque contra los efectos que había provocado en el sector el breve gobierno de Jeanine Áñez en el ya lejano 2019 – 2020. La pregunta clave no es tanto por qué sino para qué.

Bolivia necesita una nueva estrategia básicamente porque las reservas se agotan mientras el gas ha sido indultado a nivel mundial de las estrategias de desconexión de los combustibles fósiles, que, en el marco de la lucha contra el cambio climático y el Acuerdo de París, se vienen definiendo. No solo eso. Nadie acaba de confiar en que la estrategia de transformación de matrices que vienen marcando los países ricos vaya a resultar si ellos no hacen una apuesta seria por subvertir su desarrollo, o al menos frenarlo hasta que se estrechen las diferencias.

A pesar del indulto, ninguna de las grandes petroleras parece dispuesta a desembarcar en Bolivia para invertir en el desarrollo convencional de campos, ni siquiera para desplazar su chatarra exploradora. En esto juega un papel el hecho de que la normativa prevea que son las empresas las que deben asumir el 100% del riesgo, esto es, la factura íntegra en el caso de fracaso, pero, sobre todo, que YPFB siga sin tener la capacidad de abordar grandes proyectos exploratorios en solitario 16 años y medio después del decreto de la tercera nacionalización, que le exigía que lo hiciera.

También juega el hecho de que los mercados sean cada vez más inviables. Argentina tiene Vaca Muerta y prevé convertirse en breve en exportador neto; Brasil tiene el Presal frente a las costas industriales de Sao Paolo y ya no preveía ampliar el contrato de importación directa por ducto, y cualquier opción de llegar al mercado mundial del GNL con barcos metaneros y que pasaban por unir ductos con Perú o por la hidrovía hasta Uruguay están demasiado atrasados como para justificar la misma inversión.

Y claro, también que ni siquiera los grandes proyectos de industrialización del gas en territorio boliviano, que permitirían el ingreso a la era del plástico verde, son una alternativa real. El dinero de la bonanza se fue en gasto corriente y en pequeña inversión territorial con visos electoralistas.

El exministro Luis Alberto Sánchez hablaba de un mar de gas en el subsuelo boliviano haciendo referencia sin mencionarlo a la posibilidad de utilizar las técnicas no convencionales de exploración para extraerlo, pero lo cierto es que solo el control propio de la operación puede salvaguardar la prioridad ecológica en cualquier circunstancia. La cuestión es cómo puede hacer YPFB para abordar entonces este asunto en solitario y, sobre todo, para qué vamos a arriesgar el territorio. Esta vez no valen juegos de artificio. Bolivia no la puede errar.


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