12O: Frente al neocolonialismo, Patria Grande

Ante cualquier intento de restaurar un esquema de dominación y expolio, aun con visas para todos y buenas palabras, solo cabe la propuesta de integración continental

Desde el quinto centenario de la colonización, aquel 12 de octubre de 1992, la guerra de relatos se ha apoderado del continente, en gran parte por la historia de la Independencia inacabada, en parte por ese gusto por el victimismo que probablemente la Iglesia Católica nos ha legado.

A comienzos del siglo XIX, cuando se luchó por la independencia, ni siquiera había una idea común sobre lo que había supuesto la Colonia para esta parte del mundo, lo que estaba claro es que nadie nacido en esta tierra quería seguir pagando tributos a alguien de muy lejos, de tierras a las que no había ninguna intención de llegar. No tenía sentido seguir venerando a un Rey que solo quería expoliar riquezas.

En casi toda Sudamérica indígenas y criollos lucharon juntos contra el invasor, aunque por lo general el racismo siguiera imperando entre las clases dominantes, y de hecho, se puede decir que hasta hoy es una de las grandes pulsiones políticas del continente.

Por otro lado, se suele analizar la colonia y la independencia como un asunto bilateral con España, cuando en realidad los otros grandes imperios de la época, el francés y el británico, participaron antes y después, muchas veces precipitando los acontecimientos: la llegada al trono español de la dinastía de los Borbones (franceses) provocó muchos encontronazos a cuenta de la visión centralista y la avaricia impositiva que de no haber mediado la historia podía haber sido diferente.

La ultraderecha española viene ofreciendo nuevos marcos y relatos para fortalecer opciones políticas alternativas, y que básicamente reivindica la colonia y cuestiona la eficiencia de los gobiernos indigenistas

Del 92 en adelante, coincidiendo además con la desaparición de la URSS y la imposición de las políticas económicas de la Escuela de Chicago en todo el mundo, pero especialmente en el subcontinente, se alimentó un discurso neo emancipador mucho más integrador y reivindicativo del legado indígena que reunió a grupos progresistas, nacionalistas e indigenistas que apostaron por la vía política para acceder al poder y completar la liberación. Es lo que en una de tantas simplificaciones se llama “Foro de Sao Paolo” y es el nexo común de los gobiernos antimperialistas de la primera década del siglo – Lula, Evo, Correa, Chávez, etc., - y que se ha actualizado en esta con Boric, Petro, Castillo, etc.

Después de 30 años con estos principios dominando la esfera política continental, la ultraderecha española viene ofreciendo nuevos marcos y relatos para fortalecer opciones políticas alternativas, y que básicamente reivindica la colonia y cuestiona la eficiencia de los gobiernos indigenistas en la materialización de proyectos autónomos de desarrollo. Evidentemente ha encontrado asideros en países donde las opciones políticas de una derecha conservadora clásica sin contacto con las clases populares son mínimas, pero además tienen muchas opciones de crecer con el manual victimista más elemental: defender el idioma, el apellido, la religión, el pequeño negocio y un supuesto pasado feliz frente a una nueva élite indigenista que se enroca en sus luchas de poder.

Es probable que la izquierda y la corriente nacionalista deban renovarse y depurarse éticamente en el continente para seguir avanzando, pero ante cualquier intento de restaurar un esquema de dominación y expolio, aun con visas para todos y buenas palabras, solo cabe la propuesta de integración continental, la construcción de esa Patria Grande con voz política propia que sea capaz de explicarle al mundo qué quiere y qué está dispuesta a hacer. El futuro es provisorio para los pueblos libres.

 


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