La enésima última oportunidad del gas boliviano

El gas no deja de ser un combustible fósil que emite buena cantidad de toneladas de carbono a la atmósfera, pero obviamente, la coyuntura energética ha obligado a hacer estas concesiones

Ya es oficial. A falta de unos trámites de convalidación, el parlamento europeo ha convalidado la “idea” de considerar al gas y a la energía nuclear como combustibles “verdes”, una catalogación que supone ampliar la vida útil del hidrocarburo y mantenerla a salvo de las restrictivas intenciones emanadas del Acuerdo de París.

El asunto no es menor, Europa es desde siempre la institución más conservadora con los asuntos del clima y la que más ha avanzado en las restricciones para mantener el objetivo de no aumentar más de 1,5 grados la temperatura del planeta hasta finales de siglo, lo que según los cálculos permitirá seguir viviendo a millones de personas en sus lugares costeros que, sin embargo, se verán arrasados tan pronto se acelere el calentamiento global y se derritan los polos.

Que lo haga Europa, siendo la más exigente, quiere decir que el resto del mundo le dará continuidad. Efectivamente no es una buena noticia para el planeta. El gas no deja de ser un combustible fósil que emite buena cantidad de toneladas de carbono a la atmósfera, pero obviamente, la coyuntura energética ha obligado a hacer estas concesiones: los plazos de 2030 y 2050 manejados en las cumbres climáticas son demasiado ambiciosos para los países en vías de desarrollo, pero sobre todo, el mercado energético hace tiempo (mucho ant es del estallido de la guerra de Ucrania) que viene experimentando un incremento de precios muy marcado que para unos tiene que ver con las irregularidades del mercado post pandémico, para otros con la mera especulación y para los más, una operación orquestada a nivel mundial que tenía precisamente este objetivo: salvar el gas.

Para el planeta no es seguramente una buena idea, pero para Bolivia supone una nueva oportunidad para sus apuestas gasíferas, aunque antes de cualquier paso requieren de un debate a profundidad.

Hace tiempo que las transnacionales del petróleo no han considerado la inversión a gran escala en Bolivia por diferentes causas; la principal es que lo convencional ya no es rentable y que YPFB no ha logrado consolidar mercados nuevos ni acceso al mercado mundial del GNL que deje nuevas perspectivas.

Mientras tanto, YPFB tampoco ha logrado erigirse como el actor principal del mercado nacional, ni propiamente ni a través de las subsidiarias y participadas YPFB Chaco y YPFB Andina, que siguen dependiendo de los movimientos de sus socios Petrobras y Repsol respectivamente.

Es evidente que el cambio de paradigma debe ser impulsado desde los poderes públicos, que sin embargo hace un lustro que dan vueltas sobre la decisión de irrumpir o no en las técnicas no convencionales de exploración sin explicar tampoco su indefinición.

40 años después, Bolivia vuelve a la casilla de salida en cuanto a la gestión de su gas y sus expectativas, aunque probablemente con muchas lecciones aprendidas. Es el medioambiente el que nos está dando una nueva oportunidad de aprovechar los recursos naturales, algo que no debe ser obviado. Es necesario una reflexión amplia y plural, porque efectivamente, esta es una última oportunidad que no debería desaprovecharse a cambio de lo mismo de siempre.


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