La salud de la educación en Bolivia

Siendo conscientes de que el problema con la escolaridad ha sido generalizado en el continente, pocos optaron por medidas tan drásticas y durante tanto tiempo como Bolivia

A duras penas la presencialidad ha vuelto a reinar también en las áreas urbanas de Bolivia. Después de casi dos años sin clases, los niños y adolescentes volvieron a reunirse en espacios cerrados para aplicarse a la noble tarea de aprender. Algunos habían tenido más o menos suerte y habían podido seguir las clases virtuales con algún tutor que ayudaba. Los más afortunados, además, contaban con una comunidad más o menos cerrada de iguales, dos o tres o cuatro primos o vecinos, con los que han podido seguir jugando e interactuando durante esa agonía que fue la cuarentena y después, cuando todo se normalizó excepto la vida de los niños.

Los menos afortunados se han quedado ciertamente atrás, tienen dificultades para concentrarse, para mantener la atención o han perdido habilidades sociales básicas para relacionarse. Simplemente no las han ejercitado. Otros han perdido habilidades motoras gruesas y muchísimos, las habilidades motrices finas. Sí, estamos ante una generación que seguramente escribirá a mano muy mal.

Siendo conscientes de que el problema con la escolaridad ha sido generalizado en el continente, pocos optaron por medidas tan drásticas y durante tanto tiempo como Bolivia, lo que evidentemente nos está generando un nuevo retraso sobre lo que ya veníamos atrasados. Y que nadie crea que es gratis, pues estas cosas al final se pagan.

Es difícil saber exactamente cuánto hemos perdido. En el país no se hacen apenas mediciones homogéneas para saber cómo está funcionando el sistema y ni hablar de someternos a algunas de las pruebas internacionales que se aplican, pues cualquiera le teme al resultado.

Aun así, sin saber exactamente en qué posición estamos y en qué estamos fallando más o menos, es evidente que hace falta una reforma educativa integral que permita acelerar los ritmos de aprendizaje para tratar de recortar algo a nuestros vecinos y aquí es donde los expertos se deben poner de acuerdo en el modelo concreto, mientras que los políticos son los que deben facilitar que la reforma sea para todos y sostenible en el tiempo.

Bolivia necesita de una educación inclusiva, que garantice la igualdad de oportunidades mucho más de lo que lo hace ahora; que identifique las potencialidades de cada alumno para explotarlas al máximo; que le dé condiciones técnicas y laborales a aquellos que no quieren o no pueden estudiar hasta los 18 años. Necesita poner en valor el esfuerzo y la creatividad, la meritocracia con equidad y, en general, arriesgarse y esforzarse por sacar jóvenes mejor formados.

Hay muchos caminos para ello y precisamente por eso es necesario que haya un consenso, y no una imposición. Nos jugamos demasiado en eso, aunque nadie siquiera haya pensado en plantearla.


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