Los tiempos de Astilleros

Este proceso hay que hacerlo de cara al pueblo, buscar los consensos y explicar las razones sin tratar de sacar ventajismos partidarios, sino poner en el centro el interés nacional del Estado, sin eliminar a nadie

Las obras en el área petrolera de Astilleros han empezado. Se trata de los trabajos previos de camino y planchada, de preparar el terreno para que lleguen las máquinas de perforación y todo lo que sea preciso para buscar gas en cantidad comercial dentro del bloque, que de acuerdo a la última modificación del Plan de Manejo de la Reserva Nacional de Flora y Fauna de Tariquía, se encuentra fuera del área de especial protección, es decir, en la zona donde se permiten las actividades humanas, particularmente las extractivas.

El inicio de obras no pone fin al malestar instalado en un sector de la población, amplio, en el que se lamenta que se priorice la actividad petrolera por encima de todas las demás. En Tarija hace tiempo que el baile de números millonarios no tiene ningún impacto real en cuanto a simpatías o antipatías políticas, pues la decepción es el estado natural.

En Bermejo y Padcaya el apoyo es rotundo. La región del sur es sistemáticamente maltratada y olvidada. Nada se mueve por allí si no son los petroleros y el contrabando. Bermejo va a cumplir 100 años sin agua y sin luz y la enésima caída del peso argentino ha vuelto a deprimir a una economía que de por sí vive deprimida. En esas, es evidente que cualquier expectativa de un trabajo diferente genera ilusión.

El proyecto se paró tácticamente en 2019 por el impacto electoral, pero después de todo lo sucedido, los sucesores tampoco hicieron nada por modificar los contratos con los que hicieron política y campaña. Víctor Hugo Zamora, tarijeño, fue el ministro de Hidrocarburos durante toda la gestión de Jeanine Áñez.

El gas está hoy por hoy por las nubes y no es solo por el impacto de la guerra en Ucrania. La crisis energética se viene cocinando desde que los países han apostado por eliminar de una vez los combustibles fósiles para acabar con el calentamiento global, y aunque el gas tiene una especie de moratoria, todo apunta a que se seguirá encareciendo hasta su eliminación.

En ese contexto, Bolivia tiene una especie de enésima última oportunidad de utilizar sus recursos naturales para que sean palanca de desarrollo interno, lo que no implica exportar a manos llenas como siempre, sino utilizar esa apreciación de recursos de exportación para financiar las reformas necesarias del sistema productivo y no gastarlos en populismo generalizado.

Ahora, este proceso hay que hacerlo de cara al pueblo, buscar los consensos y explicar las razones sin tratar de sacar ventajismos partidarios, sino poner en el centro el interés nacional del Estado, sin eliminar a nadie, pues todas las visiones son necesarias para que se proteja el país y se cumplan los propósitos. Hay que cuidar el país, el futuro, los recursos naturales y la reserva de Tariquía. El diálogo no puede haberse acabado.


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