Libres para ser madres

Celebrar la maternidad es también hacer todos los esfuerzos necesarios para garantizar los derechos laborales, el acceso a la vivienda, la conciliación laboral y familiar e involucrar a los varones en todos los aspectos de la crianza

Hay una realidad objetiva que desde hace dos décadas viene reflejándose en el día a día y que se ha acelerado en los últimos años de forma vertiginosa. La tasa de natalidad que en el 2000 estaba en el 30,31% en el 2019 – último año con datos cerrados – estaba en 21,46% mientras que la tasa de fecundidad, es decir, el número de hijos por mujer, ha bajado de los 4,05 del 2000 a los 2,69 de 2019. Datos que reflejan a las claras el proceso de maduración de la sociedad boliviana y que tiene determinadas consecuencias.

Esto evidentemente no tiene nada que ver con el amor de las madres con los hijos ni de los hijos con las madres sino con una cuestión práctica, consciente y responsable del ejercicio de la maternidad en un Estado patriarcal que es incapaz de dar respuestas a las necesidades de las familias más jóvenes.

En Bolivia es difícil determinar un periodo histórico que marque el acceso de la mujer al mercado laboral, porque las madres de los grandes sectores populares han trabajado toda la vida en el campo, en la casa, en la tienda o donde ha tocado, mientras que el acceso de las mujeres de clase alta a otros puestos profesionales también se aceptó con relativa naturalidad después de la revolución del 52, aunque es cierto que siempre existió ese mal llamado techo de cristal que no les ha permitido acceder a los más altos cargos del Estado. Con todo, en los últimos años, por la exigencia de la propia deriva económica del país, el asunto es por demás superado.

El problema es que de la misma manera en la que nadie discute que la mujer tiene su espacio en el mercado laboral, donde puede desempeñarse en todos los cargos con naturalidad, tampoco nadie discute que los roles de cuidado de los niños y el hogar siguen siendo prácticamente una tarea exclusiva de la mujer.

Con un esfuerzo titánico y prácticamente sin ayuda, las mujeres bolivianas están consiguiendo abrir espacio a sus derechos, más desde un enfoque sociológico que legalista, pues a nadie se le escapa que esa drástica reducción en el número de hijos por mujer tiene que ver con el ejercicio de la autonomía personal, con la capacidad de liberarse de la violencia a la que muchas hermanas fueron sometidas y con la posibilidad de planificar sus propias familias. Sin duda es un camino de amor.

Ser madre hoy en día sigue siendo una hermosa experiencia y un tremendo desafío, como siempre, y sin duda es más necesario que nunca que se hagan todos los esfuerzos necesarios para garantizar los derechos laborales, el acceso a la vivienda, la conciliación laboral y familiar y para involucrar más a los varones en todos los aspectos de la crianza. Es lindo ser madre cuando se es libre. Bolivia sigue siendo un país inmenso y despoblado, y no hay dudas de que evitar su desertificación es una tarea que involucra a todos los actores y que a nadie se le puede ocurrir culpar a las madres.

En este próximo día de la Madre en el que todos celebran y los más afortunados, con la homenajeada presente, es bueno también reflexionar sobre el rol social de las madres y la función de la crianza.


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