Angurria universitaria

El cogobierno universitario está por demás asentado, pero la forma en la que se ha ido arraigando no deja de ser el origen del problema de estas pugnas y de esta degradación

Lo que pasa en la Universidad es lo mismo que viene sucediendo en otras esferas del poder institucional: los valores han quedado atrás y solo se pugna por el control de cualquier espacio, por minúsculo que sea, con todas las armas disponibles, que últimamente además son baratas. Es una escalada de degradación moral a todos los niveles que amenaza con socavar los propios principios del Estado. No puede ser que todo esté en venta.

Lo sucedido el lunes en la Universidad Tomás Frías de Potosí es similar a lo sucedido el año pasado en El Alto y lo que venía sucediendo habitualmente también en la Juan Misael Saracho de Tarija: roscas de poder tratando de imponer su criterio, sembrando miedo y caos, prostituyendo elecciones, dinamitando actos, formando peleas, etc. Estudiantes jugando a ser políticos de los malos destruyendo cualquier respeto institucional.

En la universidad no solo se pelea por notas, por mejores accesos, también por becas, por las famosas becas comedor o becas trabajo, por ayudantías, etc., pero también por vehículos oficiales o por cargos laborales para familiares o contratos de suministros y bienes. Cuando se trascienden las líneas rojas, el caos está servido.

El cogobierno universitario está por demás asentado, pero la forma en la que se ha ido arraigando no deja de ser el origen del problema de estas pugnas y de esta degradación, que además está teniendo consecuencias mortales, algo que suena demasiado horrendo cuando se está hablando de las casas de estudios superiores que deberían ser la vanguardia social y comunitaria del saber y el servicio.

Es el efecto de la dádiva, del beneficio a corto plazo, de mirar el árbol y no el bosque. La idea del cogobierno universitario se fundamentaba en la capacidad de los estudiantes, ya adultos, de exigir a sus propios profesores una educación de más calidad. Que los estudiantes, en pie de igualdad, fueran capaces de exigir mejoras, de controlar los excesos y de sancionar a aquellos docentes que no estuvieran a la altura.

Todo eso hoy suena a chino mandarín. Las campañas tanto al Rectorado como a la Federación Universitaria Local son sucesiones interminables de fiestas, colorines, canciones y alguna que otra promesa de viajes de estudios y ventajas en la matrícula, pero muy poco se habla de esfuerzos académicos, de mejoras curriculares y de adecuación a los nuevos tiempos.

Las consecuencias también están claras y a la vista, pues esto no es nuevo, Bolivia lleva demasiado tiempo a la cola de la educación y ninguna de sus universidades aparece entre las primeras – ni siquiera entre las 200 primeras – de las mejores universidades del mundo ni del continente, y estas cosas se pagan. Las paga el país.

En 2006, subidos a la euforia de la victoria electoral, el gobierno intentó algunos cambios de fondo, pero la presión pudo más y todo quedó más o menos como estaba, y estas son las consecuencias. Ojalá pronto alguien sea capaz de poner en orden este exceso, esta derivada en la que ha entrado una idea que fue buena en cuanto a corresponsabilizar a los estudiantes, pero que se ha perdido insufriblemente. Es tiempo de exigir más a nuestros universitarios, docentes y estudiantes. El país lo necesita.

DESTACADO.- Bolivia lleva demasiado tiempo a la cola de la educación y ninguna de sus universidades aparece entre las mejores universidades del continente


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