El olvido de la industrialización del gas

La coletilla de la industrialización “con sustitución de importaciones” que acuña el Presidente pone en entredicho las plantas petroquímicas de Yacuiba

El Movimiento Al Socialismo (MAS) se ha olvidado de la industrialización del gas. Al menos su presidente Luis Arce. El tema no existe ya ni siquiera en los informes de gestión ni en las rendiciones de cuentas, y apenas aparece colocado en alguna reunión de carácter preelectoral en el Chaco, para que se hable un poco de una promesa que estaba en el plan original de 2006 y que se ratificó en 2014 y que hasta ahora no avanza.

La planta separadora de líquidos del Gran Chaco es una de las más grandes inversiones de la historia de Bolivia, pero también una de las menos apreciada y eso que el plan era simple y seguro.

En 2006, cuando se acababa de retomar la exportación de gas natural a Argentina, se renegociaron contratos dejando claro que desde entonces el vecino país pagaría por gas seco, es decir, luego de extraerle los licuables – propano y etano principalmente – que son muy apreciados en la industria del plástico.

Es urgente que el gobierno decida de una vez qué hacer con la industrialización del gas para que en el territorio sepamos también a qué atenernos

Solo había que construir la planta separadora que extrajera esos licuables, para lo que se pactó una financiación argentina, y después las plantas propiamente de industrialización. El plan contemplaba un bloque de propileno y polipropileno y otro de etileno y polietileno, es decir, la base para la industria de plástico duro y flexible.

Desde el principio hubo observaciones interesadas, sobre todo desde Brasil y Argentina, donde se aprovechaban alegremente de los licuables que salían gratuitamente del país. Fíjense hasta que punto era buen negocio que Brasil accedió en 2006 a dejar libre una sexta parte del gas contratado en su contrato GSA, que sí era de gas rico, para ser procesado en Río Grande, y que hasta que la planta funcionara pagaría por ello. En 2014 Brasil pagó casi 450 millones de dólares por ese concepto.

Mirar el calendario es atroz. El plan estaba negociado en 2006, pero la Separadora no llegó hasta 2015 después de atravesar múltiples contratiempos. Desde entonces se ha sido incapaz de contratar la construcción de la planta de polipropileno en el Gran Chaco por diferentes ocultaciones y corruptelas varias.

Desde 2006 los opositores al proyecto, que no son los mismos que los opositores al gobierno, porque hay muchos opositores al proyecto que apoyan al gobierno – o eso dicen – y viceversa la cantinela siempre ha tenido que ver con dos cosas: la materia prima creada en el corazón de Sudamérica sería cara para el mercado internacional y: el gas se va a acabar.

Lo cierto es que la primera observación nunca se sostuvo con cálculos, sino con comparaciones odiosas e interesadas respecto a la producción china, como si no pagaran transportes, y la segunda choca contra las propias reservas que aun quedan, a pesar de que nadie ha considerado crear una reserva estratégica para el país con la que garantizar la inversión.

Es urgente que el gobierno decida de una vez qué hacer con la industrialización del gas para que en el territorio sepamos también a qué atenernos. Es demasiado complejo sostener inversiones y sueños con un Gobierno incapaz de llevar adelante sus proyectos, es decir, aquellos que prometieron, que invitaron a soñar y por los cuales la gente les eligió. Urge dar pasos.


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