Cómo hacer fracasar un modelo de Estado autonómico

Construir un Estado Federal supone hacer un nuevo pacto constitucional en el que queden muy claros los alcances y las competencias de cada uno, que evidentemente tendrá que definir el pueblo

Después de seis meses de gestión y unas semanas de tanteo, la propuesta política de Creemos ya está sobre la mesa: Transformar el fallido Estado Autonómico boliviano en un Estado Federal según lo ha verbalizado su líder y Gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho.

La propuesta tiene más de política que de gestión. Camacho logra darle un horizonte a largo plazo a su gestión, una causa por la que luchar, de forma y manera que no solo se dota de nuevas líneas discursivas, sino que consigue ordenar todos los desacuerdos presentes y futuros que con toda probabilidad lo enfrentarán al Gobierno Nacional. Ahora, el objetivo es el Estado Federal; antes parecía ser derrocar a Luis Arce y en general a cualquier gobierno del MAS.

El Gobernador cruceño apenas ha verbalizado que quiere un federalismo “para unir el país” y no dividirlo, y para tener más opciones para desarrollar el país. Con la forma de entender la política en el país y cómo se construyen las legitimidades, Camacho tendrá que explicar más al detalle qué es lo que van a ganar los bolivianos en general en un Estado Federal, pues si no hay nada que ganar, nadie lo acompañará en esa aventura. Y es que no es casual que en 11 años no hayan podido avanzar los Estatutos Autonómicos en cinco departamentos, y que incluso se haya votado en contra de los textos.

Entonces, como ahora, puede entenderse que la vuelta de tuerca al modelo de Estado solo tenga un fin: multiplicar la presencia de los poderes públicos, lo que implica más impuestos y más fiscalización, algo que ya ha quedado demostrado no gusta para nada en el país. Todo lo que sea crear estructuras para aumentar la burocracia será rechazado, y eso es algo que se sabe muy bien en occidente, donde la tradición de gestión es otra.

Lo que está claro es que el modelo autonómico no ha funcionado por una sencilla razón: la falta de recursos económicos. El Gobierno Nacional nunca creyó en la autonomía, tampoco en el breve periodo de Áñez, por lo que ha convertido los gobiernos autónomos, a través de la Ley Marco de Autonomías, en poco más que un concepto con escasos recursos que debe negociarlos con todos los involucrados en el proceso de desarrollo y que además tiene un fallo conceptual de bulto: se construyen sobre regalías e IDH cuyos importes no controlas, por lo que no se pueden hacer planificaciones coherentes a largo plazo (o al menos no se quiere), y cualquier endeudamiento es supervisado por el nivel central.

Construir un Estado Federal supone hacer un nuevo pacto constitucional en el que queden muy claros los alcances y las competencias de cada uno, que evidentemente tendrá que definir el pueblo, pues los políticos han sido incapaces de completar siquiera un Pacto Fiscal en diez años.

El riesgo mayor, en cualquier caso, es que alguien pretenda utilizar el federalismo para ahondar en el secesionismo. Cualquier sospecha de esto tendrá garantizada una derrota contundente en las ánforas, tal vez necesaria para cerrar un capítulo y concentrarnos en desarrollar lo poco que hasta ahora se ha avanzado con la autonomía, que debía servir para solucionar los problemas de la gente, y ya va tarde.


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