El manoseo de la educación en plena pandemia

Los retrasos acumulados impactarán más temprano que tarde en el desarrollo del país, pues los indicadores y la relación entre abandono escolar y pobreza están por demás verificados

Casi una semana se tardó el residente Luis Arce en reemplazar al ministro de Educación, Adrián Quelca, imputado por supuestos negociados con los exámenes de ascensos y que, al parecer, de tanto esperar a ser cesado, renunció tal vez con el último gramo de dignidad que le quedaba.

Arce se ha tomado su tiempo para acabar tomando otra decisión no exenta de polémica y de mensajes ocultos. El sustituto de Adrián Quelca es Edgar Pary Chambi, a la sazón el denunciante del mismo Quelca, una especie de premio que, en principio, es una buena señal, pues nadie debe tolerar la corrupción en ningún nivel del Estado por muy compañero de partido que sea. Ahora bien, el ejemplo va a desencadenar una verdadera lucha en las catacumbas del partido, donde la técnica de serruchar pisos ha adquirido categoría de arte.

Más allá del problema de cromos y cambios de nombre, el problema de la Educación es mayúsculo y está lejos de acabar. En pocos días se cierra el segundo año al hilo arrojado prácticamente entero a la basura, y lo que es peor, sin que nadie lo quiera reconocer o le parezca un problema principal del país en este momento.

Por no hacer, ni siquiera la oposición ha hecho bandera de un asunto que afecta a miles de familias en el país; familias que tienen problemas para conciliar la vida familiar y laboral o que ha visto multiplicados sus gastos por las fantasmagóricas clases virtuales no reciben más atención que una ligera condescendencia.

A más, los retrasos acumulados impactarán más temprano que tarde en el desarrollo del país, pues los indicadores y la relación entre abandono escolar y pobreza están por demás verificados.

Si ya estábamos atrasados, la pandemia ha supuesto dar varios saltos hacia atrás, porque tampoco se ha utilizado para implementar nuevos procesos o tender mejores infraestructuras. Básicamente se ha fiado todo a las vacunas, pero el porcentaje de vacunados – con las dos dosis – es bajo y nada augura que vaya a ser mejor si finalmente se decide vacunar con las dosis experimentales a los niños mayores de cinco años. Mientras, los colegios no han cambiado nada, ni se han adaptado, ni han habilitado más espacios, ni más baños, ni más fuentes, ni se tiene claro de donde aparecerán los recursos para barbijos y alcohol en gel que sí o sí van a ser necesarios en un eventual retorno en febrero de 2022.

La pandemia ha abierto una herida profunda en nuestro sistema escolar y nadie está prestando la atención necesaria. Urge un buen pacto de Estado que actualice una Ley, la Avelino Siñani, que prometía mucho y se quedó en la epidermis de la revolución educativa que el país necesitaba. Urge que todos los involucrados en el proceso aporten lo mejor para que realmente nuestros niños y jóvenes recuperen el tiempo perdido.

Es imprescindible hacerlo pronto, pues el inicio de curso está a la vuelta de la esquina y la pandemia sigue acechando. ¿Alguien puede imaginar un nuevo año de educación precaria?


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