La necesidad de entenderse con el Chaco

No se percibe un final cercano para este conflicto por la razón de que a nadie le interesa encontrarlo. Volver una y otra vez a las mismas discusiones numéricas, aunque sea necesario, resulta frustrante

La institucionalidad tarijeña lleva más de 40 años tomando malas decisiones para la unidad departamental. El pulso valle/Chaco no es nuevo ni mucho menos, pero tal vez nunca se ha dado un choque de esta intensidad coincidiendo con un momento de poca voluntad política de arreglar nada.

Los problemas en el Gran Chaco son enormes y se vienen arrastrando desde hace demasiado tiempo. La caída de los precios del gas en 2015 encontró a la región en una bacanal interminable de obras, cementos y farras varias de las que nadie quería rendir cuentas. A José Quecaña le tocó administrar esa pobreza, además, sin molestar al Gobierno y tratando de dar otro perfil que el que se ofrecía en el valle, que básicamente exigía la inversión del Gobierno a través de un plan de rescate.

La cantidad de recursos que ha gastado el Chaco son impresionantes, pero ojo, eso no hace que los demás en el resto del departamento hayan administrado mejor, porque no es verdad. Las grandes infraestructuras nacionales, como la Separadora y la Termoeléctrica, junto a las tradicionales inversiones petroleras, su articulación territorial en torno a la Ruta 9 - mucho más lógica que en otros lugares -, y los corredores a las fronteras, han constituido un núcleo industrial pujante con idiosincrasia propia, pero que además ya produce vid, pollo, leche, carne y todavía no se han completado muchos de los recurrentes proyectos de riego habitualmente olvidados (o asaltados).

No deja de ser curioso que, con tanta potencialidad y resultados al margen de la política pura y dura, las autoridades anden enzarzadas en un reclamo por la distribución del Impuesto Directo a los Hidrocarburos, que, en este año, de acuerdo al 45%, se elevaría a unos 4 o 5 millones de dólares, es decir, demasiado poco para tanto ruido en una región que llegó a facturar más de 500 millones de dólares de renta petrolera en los buenos tiempos.

Exactamente por eso mismo - la escuálida cantidad en disputa - parece también curioso que la Gobernación haya ido directamente al choque contra la Región Autónoma, perdiendo una condición de imparcialidad que seguramente será necesaria en algún momento de esta legislatura cuando los reclamos pasen a otras instancias.

No se percibe un final cercano para este conflicto por la razón de que a nadie le interesa encontrarlo, precisamente porque todos parecen ganar a corto plazo más de lo que va a perder el departamento, pero así van 40 años de disputas sin haber logrado mínimos acuerdos que hagan a Tarija un departamento más fuerte.

Volver una y otra vez a las mismas discusiones numéricas, aun siendo necesarias, resulta frustrante. El Chaco le ha dado a Tarija mucho en estas dos décadas de excesos gasíferos y voluminosas regalías, pero ni siquiera es esa la causa por la que se debe respetar un pacto fiscal departamental lógico y beneficioso para el conjunto durante tanto tiempo.

A nivel nacional ya se debate sobre la nueva fórmula de Estado, sobre el federalismo y hasta de la Libre Asociación. Es tiempo de cuentas claras, pero no es necesario forzar la máquina para que Tarija siga cambiando de forma. Más bien, es tiempo de construir oportunidades a ambos lados del Aguaragüe en medio de esta crisis interminable, pero a nadie parece interesarle eso demasiado.


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