Ahorrar electricidad para ser más iguales

Vivimos estos años de “revolución” verde, impuestos al sol y penalización de emisiones de CO2, que castigan más a los que recién quieren emitir que a los que llevan toda la vida emitiendo

El día mundial del Ahorro de Energía llega en un momento de alta tensión en los mercados energéticos de todo el mundo, un fenómeno que tiene que ver con la post pandemia y la rápida recuperación del consumo sin que el tejido productivo destruido por los 20 meses de restricciones llegue a recuperarse, pero también por un claro componente de especulación.

Las recetas de la agenda de sostenibilidad son claras y recurrentes: reducir, reutilizar, reciclar. Estos principios se aplican a casi todo que tiene un factor contaminante, incluido el uso de energía, que sobre todo hace incidencia en el primer punto, el de reducir, pero a la vez se multiplican los dispositivos de consumo eléctrico.

En general se prioriza el uso de electricidad sobre el uso de energías fósiles – carbón, gas y petróleo –, y a poder ser que procedan de fuentes limpias, como el sol, el agua o el viento, lo que no quiere decir que no tenga un impacto ambiental, pues cualquier central hidroeléctrica constituye riesgos e impactos en las zonas inundables, como se prevé con el Bala en La Paz o Carrizal en Tarija.

El mundo es así, a medida que se llena de aparatos electrónicos que deben conectarse a la red para funcionar: teléfonos, computadoras, electrodomésticos clásicos, patinetes y en el corto plazo, automóviles, se promueve un uso más responsable y reducir el consumo de energía.

Cada vez, los electrodomésticos tienen más funciones o los celulares son más potentes, lo cual necesariamente consume más energía. Esto ha sido aprovechado para catalogarlos según su nivel de eficiencia, creando otro círculo demagógico alrededor de ello.

Las sugerencias para ahorrar son las de toda la vida: caminar en vez de usar el vehículo, usar el transporte público, apagar la luz en las habitaciones vacías, no abusar ni de estufas ni de aires acondicionados, y todos los demás consejos que conocen hasta los niños pero que se aplican muy irregularmente.

Es verdad que la apuesta por reducir la energía consiste en realidad en un volteo del tablero, restar poder a las petroleras para dárselo a las eléctricas, que no son exactamente las mismas, pero que sí siguen dependiendo demasiado las segundas de las primeras, sobre todo si la energía nuclear queda definitivamente proscrita.

Vivimos estos años de “revolución” verde, impuestos al sol y penalización de emisiones de CO2, que castigan más a los que recién quieren emitir que a los que llevan toda la vida emitiendo y sobre lo que muchos ven una nueva dominación de las potencias hegemónicas sobre las periféricas, que siguen teniendo los recursos, pero no las patentes.

El episodio del incremento del precio de las energías es probablemente coyuntural, un ajuste de cuentas entre unos y otros, sin embargo, todavía hay tiempo de revisar el modelo, de ubicarse en el tablero, de proteger el vivir bien colectivo y de panificar como de este pulso todos salimos más iguales y más soberanos, y no más dependientes.


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