20 de octubre, una elección irrepetible

La cadena de hechos insólitos de la elección de 2019 tuvo sus consecuencias, sobre las que aún se debate, pero conviene recordar las causas que las produjeron, para no repetir errores

Han pasado dos años desde aquella cita electoral del 20 de octubre de 2019 que ha cambiado sustancialmente el paraje político nacional, una cita que desencadenó la furia y cuyas aguas aún no han vuelto a calmarse ni siquiera con otra elección intermedia, como la del 18 de octubre de 2020, que ni unos ni otros parecen querer recordar demasiado.

Visto con perspectiva, la elección del 20 de octubre estaba condenada desde el principio. El pecado original correspondía con la postulación de Evo Morales avalado por una interpretación creativa de la Constitución del Tribunal Constitucional, que inventó ese concepto del derecho humano a la reelección, que finalmente ha sido enmendado por la CIDH, que recordó que tal interpretación no cabe en la Convención Interamericana de Derechos Humanos.

Morales y el MAS hicieron aquello no solo en contra de la Constitución, sino de los propios resultados de un Referéndum Constitucional convocado exactamente para pedir permiso, y en el que se le dijo no por un pequeño margen y después de una campaña durísima en la que se desvelaron asuntos graves de supuesta corrupción con la empresa china CAMC, pero que quedó reducido a un asunto de novela rosa sobre Gabriela Zapata y el hijo fallecido que tuvo en brazos, pero que en realidad nunca nació.

Con todo, el resultado fue no, y de nada sirvió la campaña furibunda del cartel de la mentira y demás que impulsó el exministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana con el que se inaugura la polarización política en el país, y que no convenció a nadie.

Morales fue habilitado por el TSE luego de una suerte de Primarias impuestas a la carrera y que constituyeron un ejercicio lamentable también para los partidos de oposición. En un momento en el que el MAS era más débil que nunca, la oposición inscribió hasta ocho candidaturas después de pregonar la “unidad” por todo ello.

En esa campaña vimos a Mesa lanzarse como nunca antes sin esperar a nadie; a Doria Medina y Rubén Costas sellando una alianza en negativo: Bolivia Dijo No, de la que se acabó descolgando el cementero ante la posibilidad de perder la primaria; al octogenario MNR presentando un candidato como Virginio Lema, que hacía campaña contra los políticos; a Víctor Hugo Cárdenas haciendo campaña cristiana y a Jaime Paz en el PDC siendo sustituido por Chi Hyun Chung, presbiteriano, médico, millonario, haciendo campaña contra mujeres y gay.

Después vino el inexplicable recuento, el corte intempestivo del sistema de Transmisión rápida de datos cuando la distancia con el segundo era de 7 puntos y más del 80 por ciento de actas para reponerla al día siguiente ya con la distancia superando el 10 por ciento necesario para evitar la segunda vuelta.

Después vinieron las quemas de ánforas, la proclamación anticipada de victoria, los bloqueos y las teorías del voto rural retrasado, la apelación racial y la mofa a los “pititas”. Después todo lo demás, hasta que renunció Morales.

Lo cierto es que Bolivia vivió en 2019 una elección inexplicable, con una cadena de hechos insólitos que desencadenaron el caos. Desde entonces, el debate se ha centrado en las consecuencias de todo aquello, pero conviene poner la vista atrás y recordar las causas, pues conocer la historia es vital para no repetir los mismos errores.


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