El nuevo paradigma de la colonización en Sudamérica

Las viejas derechas continentales cambian de estrategia y reivindican los valores e hitos de la colonia frente al discurso de los 500 años de opresión que provocaron el atraso

Una poderosa corriente de opinión ha empezado a cuestionar el discurso dominante de los últimos años respecto al impacto de la colonización española para llevarla exactamente al otro lado: América debería estar agradecida de la Colonia española. En estos días cercanos al 12 de octubre, “Día de la Hispanidad” en España y antiguamente Día de la Raza en muchos países latinoamericanos, estos “activistas” se han esforzado el triple para que el nuevo relato vaya calando en la sociedad latinoamericana.

El asunto tiene padrinos y todos se retrataron hace más o menos un año en el Foro de Madrid, un evento patrocinado por el partido ultraderechista español VOX que reunió a representantes de todas las tendencias conservadoras o liberales de Sudamérica para firmar un documento que habla mucho de un fantasma comunista y menos del proyecto conservador de dominación que se va delineando en España, y donde VOX se ha mostrado claramente como un partido antiinmigrantes, pero dispuesto a hacer excepciones con los latinoamericanos, porque votan.

Lo cierto es que el nuevo paradigma que se intenta instalar viene a confrontar en la raíz con el que alimentó el Foro de Sao Paolo de los 500 años de opresión como factor que justifica todo el atraso del continente. Este relato ha permitido el ascenso de muchos gobiernos populares a lo largo del continente, pero el abuso también ha generado distorsiones de difícil administración.

Y es que Latinoamérica sigue siendo el gran continente católico del mundo mezclado ahora con la efervescencia evangélica; mientras conserva unos valores conservadores mezclados con el nacionalismo derivado de las Guerras de Independencia lideradas por Bolívar y San Martín.

El asunto va en serio y varios analistas y estrategas ya están advirtiendo del efecto en el corto plazo. El relato de los 500 años sirvió para construir una alternativa popular a los gobiernos elitistas que durante todo el siglo XX alternaron con las dictaduras militares y que por lo general no se preocuparon demasiado en crear, sino básicamente en administrar de acuerdo a los dictados imperiales.

Evidentemente, la implantación de un nuevo relato hegemónico pasa porque se derrumbe el anterior, y en eso parece que han tenido demasiada responsabilidad los Gobiernos populistas volcados al indigenismo de estas dos décadas, que no han logrado materializar una verdadera liberación económica y cultural respecto a las grandes potencias y al sistema capitalista liberal y transnacional, que sigue depredando el territorio más allá de los relatos.

El intelectual Andrés Soliz Rada ya advirtió hace años que la concepción indigenista como modelo liberador contenía el pecado original de entregarse a los principios transnacionales, y planteó una alternativa de modelo civilizatorio, el Estado continente, que comparte aspiraciones de equilibrio y desarrollo sostenible, pero reconoce también la esencia criolla de un continente que sí tiene su propia identidad.

Los nuevos teóricos de la “buena colonización” llegan como halcones a hurgar en las heridas abiertas, a romper los tótems y hurgar en las heridas para derribar las nuevas “élites indígenas” y penetrar en las clases populares, llave maestra de los éxitos electorales que la vieja derecha nunca logrará.

Los paradigmas están cambiando, y el país sigue a medio construir. Toca estar prevenidos y alerta.


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