Reivindicar la mujer, reivindicar la niña

La subrepresentación de la mujer en los puestos de responsabilidad social, política o académica es una constante que consolida un sistema esencialmente machista y segregador

El día Internacional de la Niña viene a coincidir en Bolivia con el día nacional de la Mujer, dos fechas que tienen esencialmente un factor de reivindicación por mucho que durante años haya estado copado de festejos paternalistas y conservaduristas.

La agenda feminista, esa que busca una sociedad con los mismos derechos y deberes para todos, parece haber quedado reducida a una monotemática discusión para regular el aborto y a la condena de la violencia de género, dos asuntos con evidente carga y significación dentro de la lucha, en tanto se reivindica la plena autonomía sobre el propio cuerpo y se denuncian los mecanismos de dominación, no deja de ser una reducción tal vez interesada de un discurso político dominante al que no parece interesarle entrar en otras áreas de discusión.

En Bolivia, por ejemplo, se ha avanzado mucho en la escolarización y prácticamente no se pueden apreciar diferencias en los niveles educativos obligatorios tempranos, mientras que el posterior abandono a partir de los 14 años afecta más o menos por igual a niños que cuelgan los libros para buscar ingresos eventuales de apoyo familiar y a niñas que son recluidas en hogares para dedicarse al trabajo doméstico.

Con todo, la educación superior lleva siendo sustancialmente femenina desde hace más de una década y es significativo el mayor número de profesionales universitarias mujeres, algo que después no se ve reflejado en los puestos de responsabilidad política ni sindical. Hay más directores que directoras; hay más profesores universitarios que profesoras; y los candidatos a rector pareciera que siempre tienen que ser hombres.

La brecha salarial está también presente en el país, algo que no parece preocupar a la Central Obrera, básicamente porque se dedica a fiscalizar el sector público y cuidar los beneficios de los dirigentes de larga duración. En el sector público el problema es llegar: los hombres copan los cargos de responsabilidad respecto a las mujeres: hay más ministros que ministras, más directores que directoras y más jefes de unidad que jefas. En el sector privado el problema es cobrar: los hombres ganan más que las mujeres dentro de la misma actividad económica y con total probabilidad, por las mismas funciones.

Pasa algo similar en la representación política. La normativa ha igualado el número de representantes en los órganos legislativos y la presión social, en algunos gabinetes, pero a la hora de elegir ejecutivos, la primacía del hombre es prácticamente absoluta y permanente: en Tarija hay una alcaldesa de 11 y los concejos municipales son controlados por hombres, como la Asamblea.

Lo cierto es que en esto de conquistar derechos y normalizar igualdades, lo simbólico y lo político es importante. Derribar un sistema que es patriarcal y conservador exige de alianzas, fuerza y sobre todo, mucha convicción. Y es que el futuro, será feminista, o no será.


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