Santa Cruz y la política para unir

Hace demasiados años que se prevé un choque de trenes porque las estrategias políticas del MAS de acercarse a las élites no han funcionado al no acompañarse de un reconocimiento e integración real de una parte de la realidad nacional

En guerra avisada no muere soldado, dice el refranero popular, y era más que evidente lo que iba a pasar ayer en Santa Cruz. El Gobernador cruceño Luis Fernando Camacho quedó tocado por su espantada de la inauguración de la Fexpo, donde asistió el presidente Luis Arce para culminar un discurso en el que se despachó contra los “golpistas” y ese mismo día anunció que los discursos del 24 serían contundentes.

Camacho ya sabía que Arce no iba a participar en esa jornada, porque iba a estar en la Asamblea General de la ONU, pero también sabía que iba a estar el vicepresidente David Choquehuanca, que curiosamente ha sido puesto en valor en los últimos meses por los opositores gracias a su discurso más conciliador e intelectual que ha enhebrado en los momentos en los que ha tenido ocasión.

Se puede decir que el lío lo empezó Choquehuanca con aquello de sacarse la wiphala de la cartera y colgarla junto a la enseña nacional para izarla en la plaza 24 de Septiembre porque todas esas cosas se hablan en el protocolo, y si hay desacuerdos se negocian y por último, se cancelan las participaciones. Pero no es menos cierto que el Gobernador cruceño había solicitado a la Policía no desplegar ningún dispositivo y asegurar que la multitud llegara a esa misma plaza, donde ya se había anunciado un escarnio y hubo hasta chicoteadas.

Con o sin incidente de la wiphala, lo probable es que el discurso de Luis Fernando Camacho hubiera sido exactamente el mismo, un discurso que distó mucho de ser institucional u hospitalario y se convirtió en un contundente ataque al Movimiento Al Socialismo (MAS), sus militantes y, en menor medida, su Gobierno.

Camacho habló de la persecución de Jeanine Áñez, de la democracia que “dio tunda” con Manfred Reyes Villa en Cochabamba e Iván Arias en La Paz al mismo tiempo que negaba la que le dio el triunfo a Luis Arce en 2020, que, aunque esté íntimamente ligado, no tiene nada que ver con los sucesos de 2019. Por último, Camacho instó a la fiscalía a aprehenderlo, señalando que “no va a huir porque no es un cobarde” llevando al máximo nivel su cualidad que lo hizo pasar incluso por presidenciable para acabar siendo el Gobernador de Santa Cruz votado por algo más de la mitad de su población.

Al final Choquehuanca se fue a su reducto, en la Cumbre Productiva, donde defendió el símbolo nacional mientras desde el Ministerio de Justicia anunciaban juicios por ultraje, y Camacho al suyo, a las redes sociales, a retratar su éxito tomando un helado.

Todo esto pasó ayer, Camacho reforzó su posición dentro del equilibrio oligárquico de Santa Cruz, pues no son nada sin el poder popular que ahora acaudilla el Gobernador con marcada estrategia, y el Gobierno se abrió un nuevo frente de incertidumbre que resolverá por las bravas – tal vez apresando a Camacho como pidió – u operando con sus enemigos internos, como lo viene haciendo con la René Moreno, Cainco y el resto que necesita el poder nacional para subsistir más allá de los relatos y las narrativas exitosas de cada uno. De fondo hay un gran tema por el control de la tierra, pero ya no es solo eso.

La cuestión es que hace demasiados años que se prevé un choque de trenes, y que las estrategias políticas del MAS – acercarse a las élites agroindustriales e intensificar la colonización - no han funcionado al no acompañarse de un reconocimiento e integración real de las demandas de una parte de la realidad nacional que, como todas, debe ser escuchada.

Se empieza a hacer tarde incluso para la política, pero es la política la que tiene que ser capaz de entender y acercar, de integrar y de ser ecuánime, es la política la que debe hacer posible lo imposible y Santa Cruz bien merece un esfuerzo, un esfuerzo que hay que hacer desde el reconocimiento. Lo demás está claro que no va a retroceder porque sí, básicamente porque no tiene nada que perder.


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