Una Celac al gusto de todos

El mundo se mueve por bloques y ha llegado la hora de dejar de lamentarse de la herencia recibida y empezar a avanzar en proyectos concretos de alcance mundial: la Celac es eso

Concluyó el fin de semana una nueva cumbre, de nuevo vibrante y polémica, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) con unos propósitos muy claros: seguir profundizando en la integración del continente y avanzar en su autosuficiencia.

Así sobre el papel suena a más verso del que los líderes de este lado del mundo nos tienen acostumbrados, pues es verdad que esto de construir la Patria Grande ha sido siempre una vieja aspiración desde Bolívar, y siempre se ha quedado en un simulacro de buenas intenciones.

La Celac se fundó un poco tarde, en 2010, cuando ya los líderes más “antiimperialistas” habían empezado a retroceder. Su objetivo siempre fue profundizar la integración en un marco de "solidaridad, cooperación, complementariedad y concertación política" de los países latinoamericanos y caribeños. La intención real siempre fue la de sustituir a la nociva Organización de Estados Americanos por una nueva entidad sin Estados Unidos, y que además sí incluyera a Cuba. Todos los líderes de entonces y de ahora están de acuerdo en esto, aunque haya profundas discrepancias entre algunos de ellos.

Lo más “vistoso” de la cumbre han sido los choques de Lacalle Pou y Mario Abdo con Nicolás Maduro y con el propio presidente mexicano López Obrador a cuenta de las visiones de la democracia, algo que sin duda ocupa minutos de televisión, pero no va al fondo de la cuestión, que es lo relevante.

La Celac se ha creado precisamente para discutir cosas como esas, para advertir los riesgos de la región y reflexionar sobre sus soluciones. Es una mesa de hermanos donde todos pesan lo mismo, al menos hasta que se desarrollen los mecanismos financieros que deben acompañar este tipo de iniciativas para que tengan fondo, y donde las discrepancias se afrontan hablando, no amenazando, ni coartando. Todos se sientan a la mesa de la Celac, y eso es lo importante.

Lo que sobrevuela las cumbres de la Celac siempre es esa especie de escepticismo que alimentan los voceros más subordinados a los intereses de la Organización de Estados Americanos (OEA), que es el mecanismo hermano del de Naciones Unidas y el que gobierna el Banco Interamericano de Desarrollo (o al revés) donde el peso de Estados Unidos acaba por desproporcionar la región y subordinarlo a sus intereses imperiales, muy por encima de los regionales.

La Celac hoy es más importante que nunca y los países son conscientes de la necesidad de articular un mecanismo diferente al de la OEA que le de voz al continente en el mundo, una voz que ahora es ausente y que se subordina al del jefe del banco, cual patio trasero. Sin embargo, han pasado once años y no se han podido desarrollar los mecanismos financieros que realmente le den seriedad y proyección, pues no se puede hablar de integración regional sin impulsar unas políticas concretas que incentiven y potencien las cualidades y capacidades del continente.

El mundo se mueve por bloques y ha llegado la hora de dejar de lamentarse de la herencia recibida y empezar a avanzar en proyectos concretos de alcance mundial. Latinoamérica tiene una agenda propia, con unos problemas propios y unas potencialidades propias. No esperemos que nadie venga a arreglarnos nuestros problemas.


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