Barrientos, Mesa y el papel de la oposición

Probablemente el país necesita más Andreas Barrientos y menos Carlos Mesas, más gente que apueste por construir y que busque puntos de unión que gente que se asuste al primer revuelo y se esconda hasta que pase el temblor

Todavía hay coletazos del “escándalo” que protagonizó la semana pasada la senadora de Comunidad Ciudadana Andrea Barrientos, a la sazón presidenta de su bancada, quien acabó renunciando a ese cargo – no al curul, ojo – por la “filtración” de un video con una de sus intervenciones en la cámara alta, donde ciertamente se prodiga en declaraciones personales poco consistentes con lo que su partido dice representar.

Barrientos vino a hacer teoría política en voz alta en un momento de alta polarización que no pasó inadvertido para aquellos que ganan precisamente en ese clima de lucha sin cuartel, y sin rumbo. Concretamente, Barrientos, en su absoluta libertad como senadora, dijo que su partido tenía más afinidades con el MAS que con Creemos, y que el ministro Iván Lima le caía bien, lo cual es una apreciación que da el nivel del debate, pues nada tiene que ver en el más alto órgano deliberativo del Estado, que tal o cual ministro le caiga mejor o peor a la presidenta de la bancada de la oposición.

El meollo estaba en la primera idea: la principal fuerza de oposición declaraba tener afinidades con el MAS, y, además, tener más que con Creemos. En el corte Barrientos no explica cuáles son esas afinidades que declara, ni tampoco cómo se oponen a las de Creemos, aunque los intérpretes de la polarización no han tardado en describirlas.

Ya en la campaña de 2019, aquella en la que Óscar Ortiz ejercía de factor divisorio de la oposición, buena parte de la campaña se dedicó a acusar a Carlos Mesa de ser un admirador de Evo Morales y haber propiciado su éxito en 2005. En la de 2020, con Jeanine Áñez y Luis Fernando Camacho en el escenario, el asunto se fue de las manos describiendo incluso a Mesa como un socialista peligroso, caricatura a la que vuelven a remitir las palabras de Barrientos.

Como se esperaba, Mesa, a menudo paladín de la democracia y la libertad de expresión con causas ajenas, obligó a Barrientos a apartarse del foco con una renuncia expresa y sin ahondar en la materia, para inmediatamente volver a repetir la historia aquella de la unidad de la oposición, unidad que nunca existió.

Para aquellos que disfrutan en la polarización, el video vino a ser la confirmación de sus teorías, mientras que la respuesta de Mesa, siempre equidistante, no ha ayudado a rescatar a su agrupación, que ya naufragaba desde hacía unas semanas.

Probablemente el país necesita más Andreas Barrientos y menos Carlos Mesas, más gente que apueste por construir y que busque puntos de unión que gente que se asuste al primer revuelo y se esconda hasta que pase el temblor, aun así, ningún senador puede subir a la tribuna a decir lo que le parezca a título personal y esperar que eso no tenga consecuencias. Hoy las alimañas revolotean al olor de la sangre fresca, Barrientos tendrá que explicar, más temprano que tarde, cuáles son esas afinidades.


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