El San Roque de la conciliación

Perdida la autoridad, toca concentrarse en lo que sí se puede prevenir: evitar aglomeraciones, evitar tocar el santo y los intercambios de fluidos y mantener las distancias por el bien de todos

Hoy es martes de Encierro en el que en realidad no debería haber Encierro de acuerdo a las recomendaciones de las autoridades de Salud y de la propia Iglesia Católica, pero en el que puede pasar cualquier cosa dadas las escasas capacidades mostradas para contener este tipo de manifestaciones, que ciertamente a estas alturas de la pandemia y haciendo odiosas comparaciones, no parecen haber sido suficientemente ponderadas.

San Roque es la Fiesta Grande de Tarija porque recoge elementos únicos que lo hacen muy particular; las diferencias de color, de baile, y todo lo que tiene que ver con la tradición puramente religiosa lo convierte en un evento culturalmente muy atractivo para aquellos que quieren comprobar la diversidad y riqueza de la cultura nacional, pero no son los colores, ni los bailes, ni las plumas, ni la leyenda de los leprosos, ni nada de esto lo que ha vuelto a levantar la Festividad de San Roque convirtiéndola en referente, sino la Fe de sus participantes.

El motor esencial de la Fiesta de San Roque es la promesa de cada uno de sus participantes, esa determinación que verbalizan los devotos en su fuero interno por hacer algo mejor su vida, su familia, su sociedad, o lo que a bien convengan con su Santo. Eso es lo que cada año llena las calles de vistosos chunchos promesantes haciendo sonar su pluma con su baile cadencioso mientras suben y bajan a los pies del Santo, pero también a quenilleros, tamborilleros, cañeros y demás.

La Festividad gira también alrededor de la salud, porque ese el origen de la tradición, vinculada a los desahuciados por lepra que habitaban en Lazareto, y porque esas son algunas de las cualidades que el santoral atribuye a San Roque. Esa condición ha avivado aún más el debate en estos tiempos de pandemia, donde muchas familias han sufrido y están sufriendo por la pérdida de seres queridos, o por haber padecido una enfermedad que deja secuelas físicas, pero también emocionales y económicas.

Resulta difícil en este contexto de agotamiento y de contradicción permanente con lo que pasa en micros, mercados, ferias, estadios de fútbol y hasta discotecas, apelar a la autoridad simple y llana para frenar una manifestación centenaria y con raíz, por lo que más valdría concentrarse en lo que sí se puede hacer, como evitar las aglomeraciones de público, evitar que se toque el santo, que se bese, etc., o salvaguardar las distancias de seguridad de los promesantes, que al fin y al cabo van cubiertos y deberán usar su barbijo, que en levantar las manos o negar la evidencia.

Es tiempo de apelar a la conciencia colectiva, en recordar también a los más de mil muertos que ya suma el departamento víctimas de la pandemia y de pedir la máxima responsabilidad para lograr conciliar la vida y la salud con algo que va más allá de una simple manifestación cultural o un broche turística. Tarija tiene la palabra.


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