Vehículo chuto o vehículo eléctrico

El mercado automotor está cambiando en el mundo para buscar menos contaminación y todos los países deben adaptar sus normativas y regulaciones a ese movimiento

Aprovechando que hoy se celebra el Día Internacional del Vehículo Eléctrico, uno de los programas estrellas de las Naciones Unidas por aquello de los compromisos sobre el clima y las metas del Milenio, en Bolivia bien vale abrir el debate sobre qué pasó con el famoso programa de conversión vehicular y cómo esto está afectando realmente al mercado del automóvil en el país.

En la campaña de 2019 y de 2020 hizo furor aquella pequeña empresa cochabambina que estaba desarrollando vehículos eléctricos y que, por el sumun de los ridículos, no podían comercializarlos ya que para autorizar la circulación de un vehículo en el país se exigía la póliza de internación de la Aduana. Todos se comprometieron a desarrollar aquello, porque sonaba muy moderno y muy comprometido, aunque la realidad va por otro lado.

Las grandes marcas japonesas y coreanas ya definieron hace un lustro que el coche eléctrico sí iba y que la batería sería de litio, cerrando uno de los debates calientes de la primera década y de paso, poniendo al Salar de Uyuni en el punto de mira mundial. El asunto le cae muy bien a las eléctricas, que siguen siendo grandes negocios, pero todavía se duda en cómo se logrará distribuir los puntos de carga por todos los países, además de otros asuntos de compatibilidad, etc.  Europa se ha trazado objetivos ambiciosos en muy corto plazo para hacer desaparecer el vehículo con energía fósil, casi nada.

Lo cierto es que cuesta imaginar a ENDE planificando la distribución de puntos eléctricos de carga en este país inmenso, pero seguramente pronto tendrá que ponerse manos a la obra para tener algo más de éxito que el programa de conversión de GNV, que sigue siendo una de las grandes incógnitas del país, lo mismo que las políticas de importación, ahora que de nuevo se vuelve a hablar de regularización masiva de autos chutos.

Es verdad que ENDE tiene planes y potencial para generar más electricidad de la que el país consume, aunque los proyectos de energías limpias estén retrasados, en cualquier caso, toca aprender de los errores.

El programa de GNV ha tenido diferentes problemas para su implantación: los mitos sobre el desempeño del gas en la altura de occidente; la escasez de puntos de recarga de gas natural y los pocos incentivos a la transformación, más allá del notable ahorro que experimentan sobre todo los taxistas y otros profesionales del volante.

El objetivo siempre ha sido reducir la importación de diésel, pero lo cierto es que la política de importación de vehículos siempre ha sido errática. Desde hace unos años se exige que solo entren vehículos nuevos o con un año de antigüedad, pero no se exige la transformación a GNV, mientras se prohíben otros vehículos aún con GNV, una política que sin duda ha beneficiado a los grandes importadores de autos, pero no al Tesoro General de la Nación.

La cuestión es que el debate es de fondo, el mundo está cambiando y también la forma de moverse. Bolivia es un país con sus propias características, pero que debe adecuarse a los tiempos, porque cualquier error, cualquier retraso, se traduce, siempre, en mayor empobrecimiento. Toca estar alertas


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