Cinco años sin Soliz Rada

Andrés Soliz Rada era un intelectual, comprometido con su tiempo y con su sociedad. Defendió con singular firmeza la existencia de la Nación Boliviana, frente al separatismo o las corrientes disgregadoras del país

Se cumplen hoy cinco años desde la muerte de Andrés Soliz Rada, uno de los pensadores más prolíficos del país, cuya producción intelectual es tan extensa que apenas pueden destacarse algunos importantes detalles en una nota breve como esta.

De todas las acciones que desarrolló a lo largo de su vida como abogado, docente universitario, parlamentario, defensor de los recursos naturales, infatigable luchador antiimperialista, a los periodistas nos gusta recordarlo como periodista, porque tal vez la más preciada de sus virtudes era su capacidad para analizar el momento, con ojo crítico, y plasmarlo en reflexiones pragmáticas, en hojas de ruta, en acciones, aunque sean pequeñas. De su pensamiento, guía y reflexiones nos nutrimos en todo momento en El País y esto siempre será para nosotros un honor, un orgullo y a la vez un inmenso compromiso.

Andrés Soliz Rada desde temprana edad, trascendió el periodismo y se convirtió de la mano de Sergio Almaraz y Adolfo Perelman, en un militante de la izquierda nacional boliviana y latinoamericana, un luchador por la liberación y dignidad de Bolivia; lo hizo precisamente desde el antiimperialismo concreto de Almaraz. Los periodistas podemos recordarlo revisando la Revista “Clarín” o desde el Semanario “La Prensa”

De JJ Torres al compadre Palenque y después en el gabinete de Evo Morales como ministro de Hidrocarburos y Energía, el de la nacionalización y el de la hoja de ruta (frustrada y violentada después) de la industrialización, los principios que enmarcaron su acción política emanaban de las mismas fuentes que Almaraz, Montenegro o Quiroga Santa Cruz, pero Andrés les puso su propio y singular aporte. Se destacó en la defensa de la dignidad nacional y la capacidad de tomar decisiones autónomas sobre los recursos naturales en favor del desarrollo del país, y eso es lo que defendió toda su vida. Una Bolivia digna frente a los poderes del capitalismo transnacional, de sus bancos, de sus petroleras, y también de sus ONG.

Soliz Rada era un intelectual, comprometido con su tiempo y con su sociedad. Defendió con singular firmeza la existencia de la Nación Boliviana, frente al separatismo o las corrientes indianistas disgregadores del país. Fue un defensor de las particularidades siempre que estas se utilizaran para unir por el bien de la Patria. Por ello desconfiaba también del indigenismo a ultranza y los regionalismos disgregadores de la derecha caníbal, por si albergaban intereses ocultos detrás de banderas, y al mismo tiempo postulaba la Patria Grande (la Nación Latinoamericana) con la que soñó Bolívar, de naciones fuertes y soberanas, y también solidarias.

“La Fortuna del Presidente” – que contribuyó a la caída de Gonzalo Sanchez de Lozada - fue un libro muy particular que marcó su prolífica carrera de escritor y columnista. Éste, junto a otros textos, sigue gozando de una claridad y vigencia que atraviesa los tiempos. Soliz Rada no tuvo dudas de ponerse junto al que creía el lado bueno de la historia en cada momento y mojarse por ello, pero tampoco en retirarse del mismo si las cosas no encajaban en el objetivo mayor, que siempre fue una Bolivia soberana e independiente...y aún más. Así lo hizo en el Gobierno de Evo Morales solo meses después de empezar y apenas a cuatro de materializar la anhelada nacionalización, cuya renegociación de contratos pilotada desde la Vicepresidencia dejaba ver los tentáculos de las petroleras.

A cinco años de su partida, su tribuna sigue vacante. Sin duda hubiera sido una voz muy autorizada para acompañar los análisis de la coyuntura reciente, aunque basta releerlo para entender a qué lado se hubiera puesto. Nos dejó su legado de “pensar con cabeza propia”, la singularidad de sus conceptos como el de la importancia del nacionalismo defensivo en las semicolonias, su comportamiento incorruptible, su capacidad de unir en la práctica la lucha antiimperialista con la teoría revolucionaria.


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