El MAS como proyecto político

El MAS debe actualizar sus planteamientos para una generación que eran niños cuando llegaron al poder y hoy administran familias, hogares, negocios y tratan de sobrevivir en empleos

El Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP) se materializó en el Movimiento Al Socialismo (MAS), y es desde hace dos décadas el proyecto político más relevante no solo de Bolivia, sino de toda Sudamérica. Ha trascendido al Justicialismo en Argentina, que ha tenido que cambiar de formas demasiadas veces, al PSUV en Venezuela, que apenas se acuerda del chavismo, y al Partido de los Trabajadores en Brasil, que acabó patinando por la base. Ha llegado más lejos que la Revolución Ciudadana de Ecuador y que las fórmulas socialdemócratas de izquierda de Chile y Uruguay.

A estas alturas su forma de gobierno (conservador - caudillista), su modelo de sociedad  (popular – indígena) y su ideal utópico (capitalista comunitario) es reconocible en el largo plazo, mientras que el día a día se consagra exclusivamente a la reproducción del poder, una estrategia que ya encontró debilidades en los últimos años de Evo Morales, que derivaron en la caída de 2019 y sus consiguientes efectos, pero sobre la que no se ha hecho propósito de enmienda.

El MAS llegó con fuerza renovadora, con el propósito definido de cambiarlo todo, de expulsar a los dueños de la política y de romper todas las excusas que habían convertido a Bolivia en un país tristemente empobrecido y esquilmado. La agenda de octubre era meridianamente clara: soberanía, nacionalización, industrialización, etc., banderas que se izaban desde el corazón y la indignación.

La praxis política fue moldeando el camino, que fue de más a menos, y no tardaron en aparecer las componendas con los de siempre, porotos podridos en corrupción y una tendencia sostenida a no complicarse la vida ni hacer cosas demasiado novedosas ni revolucionarias, sino todo lo contrario: bonos, bancos, AFP, etc.

El secreto del éxito del MAS está en la profunda conexión identitaria con las clases populares mayoritarias del país. En ese sentido de pertenencia, de sentirse reflejado en el poder, que de entrada da amplios márgenes de confianza. La cuestión es que los años pasan y los hijos votan, y la propuesta a veces no parece ser suficiente, sobre todo cuando se estanca en las cosas que pasaron.

El hartazgo es generalizado entre la población urbana y ajeno entre la población rural. La sensación de que los sucesos de 2019 ya fueron juzgados políticamente está instalado entre los ciudadanos bolivianos, sin embargo, gobierno y oposición se empeñan en volver sobre los mismos sucesos, forzando una relectura que solo lleva al hastío y la desafección política.

Arce solo hizo una propuesta de izquierda en su campaña y subió un 8 por ciento, aunque seguramente no hubiera bastado sin la colaboración del gobierno de Jeanine Áñez y su deriva liberal que asustó a propios y extraños.

Con todo, el MAS debe dejar de vivir del pasado y actualizar sus planteamientos para una generación que eran niños cuando llegaron al poder y hoy administran familias, hogares, negocios y tratan de sobrevivir en empleos, y a los que no les importa tanto si los del Gobierno se parecen más a este o ese, o de si pasó esto o lo otro.


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