La extraña agenda de Comunidad Ciudadana

La cuestión es que el pueblo repartió suertes y a Comunidad Ciudadana le ha tocado el incómodo rol de ser la oposición responsable, para lo que necesita un proyecto de país y mucha cintura política

Comunidad Ciudadana fue derrotada contundentemente en las elecciones de octubre de 2020, donde no llegó al 30 por ciento de la votación, sin embargo, se constituye en la primera fuerza de oposición en un momento de alta tensión y polarización política no solo en Bolivia, sino a nivel continental y mundial por los efectos del Covid (pero no solo por los efectos del Covid), lo que implica cierta responsabilidad en la tarea.

Probablemente Carlos Mesa y su equipo cercano ya hayan hecho un análisis a profundidad de todo lo sucedido en aquellos meses en los que arruinó cualquier posibilidad de ser electo Presidente del país. Los más reparten culpas entre el Covid, que lo recluyó en su salón y buscó participación a través de Zoom, y la enésima atomización de la oposición, que fue incapaz de aglutinar a pesar de todo lo llovido, aunque en su partido culpan a Luis Fernando Camacho, por sus intenciones sobre Santa Cruz, y a Jeanine Áñez, que en su aventura frustrada se dedicó más a atacar a Mesa que al propio Luis Arce.

Como en política ya no se asume ni una culpa ni una responsabilidad, muy pocos son los que reconocen que Comunidad Ciudadana no tenía un proyecto integrador de país capaz de conectar con la gente, sino que su propuesta pasaba por no ser el MAS, con su tufillo de superioridad moral que no suma votos.

La cuestión es que el pueblo repartió suertes y a Comunidad Ciudadana le ha tocado el incómodo rol de ser la oposición responsable, porque Camacho tiene otros intereses además de muchos más recursos de poder desde la Gobernación de Santa Cruz. Para más INRI, ni siquiera son necesarios para conformar una mayoría de dos tercios que modifique la Constitución o abra un juicio de responsabilidades, porque las cuentas le salen al MAS con Camacho.

Ser la oposición responsable supone tener muy claros cuales son los altos intereses del Estado y la voluntad del conjunto de los ciudadanos que han optado por determinado proyecto político en absoluta libertad durante el Gobierno de Jeanine Áñez, que ya se especializó en dividir entre buenos y “salvajes”, y así le fue. Para ser la oposición responsable, urge tener proyecto político, pero también las ganas suficientes de hacer política.

En siete meses de oposición, Comunidad Ciudadana ha lanzado medio centenar de propuestas, algunas disparatadas, y un par de Pactos de Estado, uno por la economía en pandemia y otro por la renovación de la Justicia, los cuales son loables iniciativas, sin embargo, ha bastado una negativa desde la cuarta fila para meter el proyecto en el cajón y empezar con el sainete de la victimización.

Comunidad Ciudadana debe entender, primero, la aritmética parlamentaria, y después, la necesidad de dejar de hacer comunicación y empezar a hacer política, pues no basta con presentar una propuesta para la galería y sentarse a esperar que los otros acepten sin más, como en los viejos tiempos.


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