El futuro del gas en Tarija

Los cambios en el sector no impiden que Bolivia trate de maximizar su producción hidrocarburífera, más orientada a la industrialización que a la exportación

El mercado de los hidrocarburos es un mercado complejo porque no responde a las lógicas cuantitativas y no se pueden aplicar las reglas clásicas de la oferta y la demanda. Desde los años 70 se habla de que el petróleo es finito y que se va a acabar, y hasta hoy no ha llegado el día. Al contrario, se siguen descubriendo yacimientos nuevos y, sobre todo, técnicas que permiten acelerar la producción de gas y petróleo, como el fracking.

En un país como Bolivia, que ni es un gran productor ni tiene ninguna capacidad de influir en el precio del commoditie, el asunto es doblemente complejo, pues además no ha logrado todavía romper con los viejos paradigmas de la limitación que le impiden operar de forma directa toda la cadena de los hidrocarburos, empezando por el esencial, que es el de la exploración y perforación, aunque algo se haya avanzado últimamente.

El mundo parece conjurarse por enésima vez en reducir el consumo de petróleo, y es verdad que el incremento es mínimo y lleva varios años trancado en los 90 millones de barriles de petróleo de consumo diario. Las gigantes asiáticas del automóvil ya han definido que se viene el auto eléctrico con batería de litio (esto es otro editorial) y en Europa ya se disponen a incentivar su implantación con medidas agresivas en corto plazo.

Estos problemas y circunstancias de mercado no deben evitar tampoco que Bolivia intente desarrollar al máximo su sector hidrocarburífero, que pasa hoy más que nunca por la industrialización más que por la exportación, pero que en todos los casos requiere un plan de choque para la reactivación del sector, y en eso se ha concentrado el plan de exploración de YPFB, más sincero y concreto que el de años anteriores.

Es urgente resolver el problema con los líquidos, lograr la autosuficiencia para evitar la importación de diésel y combustibles y para ello, YPFB prevé una reactivación a través de nuevas técnicas de pozos bandera de otra época que hoy pueden seguir dando buenos rendimientos al país.

Después, el plan de YPFB se concentra sobre los lugares tradicionales y con altas probabilidades de ser perforados con éxito, al mismo tiempo que prefiere dejar de lado los lugares conflictivos o donde ha surgido el rechazo, como en el caso de San Telmo – oficialmente en “stand by” – y Astillero, del que no hubo mención.

En términos económicos, dejar de lado los dos proyectos supondrá un fuerte varapalo para los ingresos de la Gobernación, que no atraviesa por su mejor momento ni tiene buenas perspectivas para la sustitución.

La pelota está ahora, precisamente, en el tejado de la Gobernación, que tendrá que liderar un diálogo transversal para ponerse en el contexto y facilitar el diálogo con YPFB, o, por el contrario, contentarse con lo que hay y seguir relegando el papel de Tarija en el sector hidrocarburífero. Urge moverse pronto.


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