El fracaso del sistema “multilateral”

Nadie sabe qué será del planeta después del Covid ni qué relaciones se establecerán, lo que está claro es que el buenismo que ha acompañado a las Naciones Unidas y sus instrumentos de control ya no son creíbles

El sistema mundo está en riesgo. Los “consensos” – valgan las comillas – alcanzados después de la segunda guerra mundial para crear los instrumentos de gobernanza global han acabado convirtiéndose en patrocinadores de un sistema liberal que blinda las hegemonías y que no ha hecho nada en un siglo por corregir ninguna desigualdad ni promover ningún otro desarrollo que no sea el propio.

Antes de la pandemia, el caballo de batalla era el clima. Lo sigue siendo, pero con mucho menos entusiasmo. Las teorías del cambio climático son coherentes y sólidas, pero no deja de subordinar a los países empobrecidos respecto a los ricos, que sí tienen las posibilidades de transformar sus sistemas, sobre todo porque se quedan con las patentes que después pagan todos los demás. Era una cuestión de responsabilidades y también de igualdad de oportunidades, porque al final los países “en vías de desarrollo” ven coartada la posibilidad de utilizar las mismas armas con las que se desarrollaron las potencias centrales, pero todo se diluía en una extraña mezcla de discurso monótono de la buena onda, con Greta Thunberg como paradigma abroncador de no se sabe bien quien, como sus financiadores.

La pandemia ha acabado con esos principios y ha dejado al descubierto la cruda realidad. El mundo sigue siendo de las naciones, que optan por cerrar fronteras para cuidarse de lo desconocido y trata de acaparar sus sistemas de protección – de vacunas a respiradores o mascarillas – para salvar a su propia protección. El multilateralismo ha resultado ser falaz.

Ejemplos de que no funciona ha habido docenas a lo largo de la historia, pero en las últimas semanas se multiplican:

Estados Unidos da por terminada la misión en Afganistán (amparada por la ONU) tras 20 años de invasión y se estima que en seis meses los talibanes vuelvan al poder.

Después de una década y cientos de millones de dólares invertidos en la reconstrucción de Haití, incluyendo su recomposición institucional después del terremoto, el Presidente fue acribillado a balazos en su propia casa.

El bloqueo de Cuba, las protestas de Filipinas, el estado fallido de Libia, el de Túnez, el de Siria allí donde hubo aquella fallida Primavera Árabe, Somalia y la piratería, el Sáhara nunca libre, y un largo etcétera de conflictos antiguos o creados recientemente que no tienen solución y que a nadie parece importarle mientras allá rédito económico que sacar.

Si algo está trayendo el mundo multipolar y globalizado con redes sociales de alcance mundial es precisamente la capacidad de conocer y reconocer las falencias, desastres y desmanes que en nombre del multilateralismo se perpetran a lo largo y ancho del mundo.

Nadie sabe qué será del planeta después del Covid ni qué relaciones se establecerán, lo que está claro es que el buenismo que ha acompañado a las Naciones Unidas y sus instrumentos de control (del Banco Mundial a la Organización Mundial del Comercio pasando por esa Unesco que nos dice lo que es digno de ver y lo que no) ya no son creíbles. Es tiempo de construir otro orden mundial basado en el poder de las naciones, pero de todas las naciones, de construir hermandades sin engaños, con respetos y con legitimidades.


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