Aguantar la Sputnik hasta septiembre

La industria rusa no ha podido cumplir con la demanda creada y lo hará en septiembre tras el acuerdo con la India mientras otras farmacéuticas solo abastecieron a las potencias hegemónicas

Es evidente que las expectativas rusas sobre la vacuna Sputnik V no se han cumplido. El problema son los millones de personas a lo largo del mundo, y especialmente en Sudamérica, que no están logrando acceder a la segunda dosis del inmunizante, pero también la mucha política que se está haciendo alrededor de este fracaso.

Ni Rusia está logrando explicar cuál es el problema con su segunda dosis, puesto que es una situación anómala respecto a otras vacunas que sí utilizan la misma fórmula en las dos citas médicas y de acuerdo a la frecuencia pautada de tres semanas. El problema se lo creó la propia Rusia, que en su afán expansionista “conquistó” a 67 países que demandaban vacunas sin ninguna esperanza en ser atendidos por los laboratorios de los países centrales. Después de tantos compromisos, Rusia rebautizó a su primera dosis como “Sputnik ligth” concediéndole una protección del 79% mientras trataba de acelerar la producción en sus laboratorios de la segunda dosis. Finalmente, y tras el acuerdo con el mayor fabricante de vacunas del mundo, el Instituto del Suero de la India, recién se podrán proveer 300 millones de segundas dosis este año, pero a partir de septiembre.

El problema esencial es que el asunto nunca se ha manejado técnicamente, sino guiado por las directrices políticas que, por otro lado, eran las que tocaba en ese momento. El tiempo es duro para la memoria, pero cabe recordar que en enero no había vacunas para los países del sur, ni tampoco en febrero, ni en marzo, y recién en junio se han abierto las posibilidades de adquirir algunos lotes de esas famosas farmacéuticas del norte, cuyos fármacos fueron acaparados por los países dominantes sin mayor miramiento. La emergencia sanitaria no sabía de grandezas, ni de solidaridad.

Es en ese contexto en el que aparecieron las vacunas chinas y rusas, de farmacéuticas no tan propagandeadas, pero con índices de protección más que aceptables. Nada que envidiar a nadie en eficacia, al contrario, inicialmente mostraron una capacidad de distribución envidiable.

Chile fue el primero en darse cuenta de que nunca habría la opción de comprar en esas farmacéuticas de Europa o Estados Unidos y recurrió a la china; Argentina fue con la rusa y también Brasil, hasta Alemania celebró la vacuna rusa frente a la tiranía de las europeas. Hasta hora, en Bolivia y en el resto del mundo han salvado más vidas que aquellas que nunca llegaron. ¿Qué hubiera sido del país si siguiéramos esperando las promesas del Covax con la defenestrada Astrazeneca o las donaciones cuatro veces anunciadas desde Estados Unidos?

A Rusia evidentemente le pudo la geoestrategia y lo está pagando, también sus debilitadas capacidades industriales, demasiado aletargadas y que han tardado mucho más de la cuenta en reaccionar. Septiembre está lejos y los inoculados con esa vacuna merecen una explicación técnica más allá de la política, mientras tanto, toca hacer presión para que se priorice Bolivia en la distribución, pues son los países con peor protección sanitaria y social los que están más expuestos al virus. Es urgente.


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