Votar libres, votar por Tarija

Tarija se enfrenta a un momento particular en su desarrollo, con una autonomía tocada de muerte, con una potencialidad gasífera que nos seguirá acompañando y con una cohesión social e implantación territorial más equilibrada que en otros departamentos, pero que puede agrietarse

Es posible que la campaña tarijeña no haya sido tan larga, pero el país lleva casi dos años y medio desde que se electoralizó con aquellas primarias que pretendían hacer olvidar el resultado de la demanda marítima en La Haya y el del referéndum del 21 de febrero de 2016 en Bolivia.

Mucho ha llovido desde entonces y aunque el círculo se cerró con el MAS volviendo al poder con una amplia mayoría en octubre de 2020, es evidente que ya “nada es lo mismo” ni para unos ni para otros.

En Tarija, para variar, los hechos parecen encajarse más despacio y la campaña ha estado enfocada en otros asuntos. Ni rastro de polarización ni de esas palabras gruesas que solían marcar la relación entre Tarija y el gobierno nacional. Hasta los más radicales se han convertido en comparsa en post de un nuevo tiempo que viene marcado por la pandemia tanto en su vertiente económico como en su vertiente social.

No hay duda de que vienen tiempos difíciles, que la pandemia está dejando dolorosas heridas en el tejido social de todo el mundo, que la pobreza está ya marcando máximos históricos en Sudamérica – según Naciones Unidas – y que en la Bolivia más revuelta de las últimas décadas, se puede acabar devorando todos los avances en ese sentido y devolvernos a los niveles de supervivencia estoica en las que parece algunos se sienten cómodos de vivir.

Ejercer el voto en estas circunstancias estructuralmente violentas para todos puede conducir a confusiones y errores profundos. No hay nada peor que votar con miedo, sea al presente, al futuro o a cualquiera de los resultados. 

Votar es al fin elegir. Decidir qué o quién te ha convencido más, decidir quién o qué merece más confianza para sacar adelante un proyecto común en el que nadie quede atrás. Ese derecho hay que ejercerlo libremente, por más que en este país se trata de una obligación y no de un ejercicio de libertad.

Y es que no hay evasión en el voto. No es votar para escapar ni para dejar de ver. Todas las decisiones se asumen para bien y para mal y las consecuencias, más temprano que tarde, acaban llegando.

Tarija se enfrenta a un momento particular en su desarrollo, con una autonomía tocada de muerte pero que necesariamente debe subsistir, con una potencialidad gasífera que nos seguirá acompañando por mucho que los de fuera se empeñen en hacérnosla olvidar – mientras se sigue vaciando el Estado por otro lado – y con una cohesión social e implantación territorial más equilibrada que en otros departamentos, pero que puede agrietarse si se priorizan intereses personales y de grupo por sobre los comunes.


Tarija enfrenta hoy una nueva jornada electoral decisiva, otro día D, otra última oportunidad, otro momento clave o cualquier otra fórmula que se ocurra. Lo bueno es saber que, al final, sea lo que sea lo que pase, estará bien, aunque después tal vez acabe mal. Es lo que tiene ser libres, qu se arriesga.
DESTACADO.- No hay evasión en el voto. No es votar para escapar. Todas las decisiones se asumen para bien y para mal y las consecuencias, más temprano que tarde, acaban llegando.
 


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