El esfuerzo de la producción nacional

La clave es la producción nacional, muy por encima de esos conceptos de “potenciar el mercado interno” o fomentar la inversión pública, que de poco sirve si los recursos se acaban yendo al contrabando o a empresas extranjeras

El mundo vive en crisis, una crisis de incertidumbre de futuro que nadie puede predecir con exactitud, pero que no solo tiene que ver con lo puramente sanitario, cuyas noticias son cada vez menos esperanzadoras entre vacunas, mutaciones, y tsunamis víricos, sino sobre todo con lo económico.

La habitual globalización ha dado un giro de tuerca y hoy vivimos más conectados al mundo, pero necesariamente más cerca de nuestros vecinos. Los diferentes encapsulamientos han dado pie a valorar el contacto cercano, pero llevar eso de la dimensión poética a la económica es cuestión de conciencia que no se debe dejar al azar.

Todos los países del mundo – todos – y más los subgobiernos, alcaldías y demás han iniciado campañas para promocionar el consumo local por las bondades que eso tiene en la economía diaria y en el impulso de la reactivación económica. En Bolivia, sin embargo, cuesta seguir estas lógicas, desde todos los niveles.

La pandemia ha dejado al descubierto muchas de las falacias que han guiado el desarrollo de los últimos años a nivel mundial, todo muy especulativo, y ha superado algunos debates que se mantenían con respirador. Todos los gobiernos del mundo han respaldado sus economías con deuda pública o “lo que haga falta”, lo que ha sostenido las bolsas; pero solo los países industrializados de verdad están saliendo adelante con números “dignos”.

Se trata de incorporar hábitos que antepongan el interés nacional, que al final es el propio, aunque a veces haya que sacrificar algo de precio o de calidad para lograrlo

La clave, al final, es la producción nacional, muy por encima de esos conceptos acomodaticios de “potenciar el mercado interno” o fomentar la inversión pública, que de poco sirve si los recursos se acaban yendo al contrabando o las obras se contratan a empresas extranjeras.

Impulsar la producción nacional es estratégico, y es verdad que requiere de planes coordinados a gran escala; pero más fundamental es todavía impulsar la pequeña producción e incentivar el consumo de productos locales, pues es lo que de verdad garantiza la nacionalización del ahorro a través de la consolidación de puestos de trabajo formales.

No es difícil, se trata de incorporar hábitos que antepongan el interés nacional, que al final es el propio, aunque a veces haya que sacrificar algo de precio o de calidad para lograrlo. Cualquier familia puede incorporarlo a sus hábitos, pero, sobre todo, debe ser incorporado por las instituciones y demás gestores públicos.

Elegir tal o cual aerolínea, contratar tal o cual publicidad, servir tal o cual vino, utilizar tal o cual cable, cemento, ladrillo o fierro, vestir tal o cual saco, desayunar tal o cual galleta, etc., no es indistinto ni indiferente. Detrás de cada iniciativa en este país hostil con los emprendedores hay mucho esfuerzo, mucho compromiso y muchos puestos de trabajo en juego, y si los bolivianos no lo reconocemos – comprando y contratando -, nadie lo hará.


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