Con el miedo en silencio y la misión clara
Es 10 de mayo (Día del Periodista), una fecha singular que se escurre en medio de un desastre sanitario. Una colega periodista dio positivo a coronavirus y una vez más esto desnuda una serie de debilidades. El gremio está visiblemente afectado, centenares de periodistas están al frente en...
Es 10 de mayo (Día del Periodista), una fecha singular que se escurre en medio de un desastre sanitario. Una colega periodista dio positivo a coronavirus y una vez más esto desnuda una serie de debilidades.
El gremio está visiblemente afectado, centenares de periodistas están al frente en una lucha sin precedentes, cuyo principal objetivo es controlar la pandemia. Pero también, al margen del riesgo propio, está la otra lucha, esa que los periodistas enfrentamos a diario en estas situaciones: transparentar la información.
Las condiciones de trabajo son singulares, pues a todo esto se suma la crisis económica, aquella que nos hace preguntarnos a diario si continuaremos teniendo trabajo y con ello el sustento para nuestra familia. Unido a ello está la descomposición del espacio laboral, la distancia social, la carga psicológica de la enfermedad y el miedo al contagio y a contagiar.
Más aún, todo queda en segundo plano cuando a diario despertamos sabiendo que la información es valiosa y el rol periodístico vital. En primera instancia sirve para transmitir informaciones cruciales tales como: Cuáles son los síntomas, cómo cuidarse, dónde acudir, qué avances científicos existen, qué medidas está tomando el Gobierno, entre otras.
Pero eso no esto, está también aquello que incomoda al poder y es la labor crítica frente al trabajo de los políticos en la pandemia, además del control social sobre los excesos del poder en una situación tan delicada en la que se han limitado tanto las libertades de los ciudadanos.
Desde hace algunos días y a raíz del nuevo caso muchos periodistas han sido replegados y otros aislados. Las conferencias de prensa han callado, por lo que la información se la brinda por plataformas con pocas o nulas acciones de retroalimentación.
Por detrás de este triste panorama se yergue como una montaña de plomo la crisis que se traduce en la suspensión de impresiones regulares de los diarios. Hay emergencia en el sector, hay crisis, aquella que el Gobierno no ha querido ver ni reconocer.
La Asociación Nacional de la Prensa (ANP) de Bolivia, pidió hace semanas, apoyo a la administración de la presidenta Jeanine Áñez, en medio de la crisis que afectaría de manera directa a más de mil trabajadores.
Áñez no ha respondido, pero si ha impulsado la circulación gratuita del periódico estatal Bolivia, antes Cambio en el gobierno de Evo Morales. Esto fue criticado por la Asociación Nacional de la Prensa y directores de periódicos que calificaron este hecho como “competencia desleal”, “desatino” y “atentando contra la democracia”.
Aunque el panorama es desalentador, esta palabra está prohibida para los periodistas, pues lejos de bajar los brazos nos hemos llenado de fuerza, hemos reinventado nuestra labor con los distanciamientos necesarios y hemos convertido las plataformas digitales en nuestra mejor arma.
Hoy estamos aquí, alentando a nuestra colega, con el miedo silenciado en el fondo del bolsillo y con el corazón latiendo por una misión que asumimos y que no pensamos dejar de cumplir.
Estamos aquí reclamando por pruebas y más pruebas, censurando las desinteligencias de las autoridades, la burocracia en la entrega de los beneficios, los abusos en el uso de los recursos del Estado y contando a diario todos los casos para evitar el velo a la información.
Las premisas del buen periodismo continúan; es necesario separar la información y la opinión, escuchar a las dos partes enfrentadas en un conflicto, acudir a las fuentes fiables, verificar los hechos, desvirtuar las noticias falsas, no estigmatizar, no publicar imágenes desagradables que no añadan información, respetar la intimidad de las personas sobre las que se informa, revelar el abuso de poder… Y no escribir nada más allá de lo que uno conoce.
Centrados en esto, y aunque con nuevas modalidades de trabajo, seguiremos adelante.
El gremio está visiblemente afectado, centenares de periodistas están al frente en una lucha sin precedentes, cuyo principal objetivo es controlar la pandemia. Pero también, al margen del riesgo propio, está la otra lucha, esa que los periodistas enfrentamos a diario en estas situaciones: transparentar la información.
Las condiciones de trabajo son singulares, pues a todo esto se suma la crisis económica, aquella que nos hace preguntarnos a diario si continuaremos teniendo trabajo y con ello el sustento para nuestra familia. Unido a ello está la descomposición del espacio laboral, la distancia social, la carga psicológica de la enfermedad y el miedo al contagio y a contagiar.
Más aún, todo queda en segundo plano cuando a diario despertamos sabiendo que la información es valiosa y el rol periodístico vital. En primera instancia sirve para transmitir informaciones cruciales tales como: Cuáles son los síntomas, cómo cuidarse, dónde acudir, qué avances científicos existen, qué medidas está tomando el Gobierno, entre otras.
Pero eso no esto, está también aquello que incomoda al poder y es la labor crítica frente al trabajo de los políticos en la pandemia, además del control social sobre los excesos del poder en una situación tan delicada en la que se han limitado tanto las libertades de los ciudadanos.
Desde hace algunos días y a raíz del nuevo caso muchos periodistas han sido replegados y otros aislados. Las conferencias de prensa han callado, por lo que la información se la brinda por plataformas con pocas o nulas acciones de retroalimentación.
Por detrás de este triste panorama se yergue como una montaña de plomo la crisis que se traduce en la suspensión de impresiones regulares de los diarios. Hay emergencia en el sector, hay crisis, aquella que el Gobierno no ha querido ver ni reconocer.
La Asociación Nacional de la Prensa (ANP) de Bolivia, pidió hace semanas, apoyo a la administración de la presidenta Jeanine Áñez, en medio de la crisis que afectaría de manera directa a más de mil trabajadores.
Áñez no ha respondido, pero si ha impulsado la circulación gratuita del periódico estatal Bolivia, antes Cambio en el gobierno de Evo Morales. Esto fue criticado por la Asociación Nacional de la Prensa y directores de periódicos que calificaron este hecho como “competencia desleal”, “desatino” y “atentando contra la democracia”.
Aunque el panorama es desalentador, esta palabra está prohibida para los periodistas, pues lejos de bajar los brazos nos hemos llenado de fuerza, hemos reinventado nuestra labor con los distanciamientos necesarios y hemos convertido las plataformas digitales en nuestra mejor arma.
Hoy estamos aquí, alentando a nuestra colega, con el miedo silenciado en el fondo del bolsillo y con el corazón latiendo por una misión que asumimos y que no pensamos dejar de cumplir.
Estamos aquí reclamando por pruebas y más pruebas, censurando las desinteligencias de las autoridades, la burocracia en la entrega de los beneficios, los abusos en el uso de los recursos del Estado y contando a diario todos los casos para evitar el velo a la información.
Las premisas del buen periodismo continúan; es necesario separar la información y la opinión, escuchar a las dos partes enfrentadas en un conflicto, acudir a las fuentes fiables, verificar los hechos, desvirtuar las noticias falsas, no estigmatizar, no publicar imágenes desagradables que no añadan información, respetar la intimidad de las personas sobre las que se informa, revelar el abuso de poder… Y no escribir nada más allá de lo que uno conoce.
Centrados en esto, y aunque con nuevas modalidades de trabajo, seguiremos adelante.