El comercio de seres humanos
La trata y tráfico de personas es un delito que se expande y se fortalece en nuestro país, generando incluso temor en los responsables de combatirlo. En el año 2018 después de permanecer durante cuatro años “en observación”, Bolivia ingresó en la “lista negra” de tráfico de...
La trata y tráfico de personas es un delito que se expande y se fortalece en nuestro país, generando incluso temor en los responsables de combatirlo. En el año 2018 después de permanecer durante cuatro años “en observación”, Bolivia ingresó en la “lista negra” de tráfico de personas, según el informe del Departamento de Estado de Estados Unidos.
El informe establece una lista que clasifica el trabajo de los países respecto al tráfico de personas. El Nivel 1 corresponde a las naciones que cumplen con las normas mínimas de Estados Unidos; el Nivel 2, aquellas que están haciendo esfuerzos significativos para lograrlo; Nivel 3, Lista de Observación, para aquellos que merecen un escrutinio especial; y Nivel 4, para los países que no cumplen plenamente con las normas mínimas de Estados Unidos y no hacen esfuerzos significativos para lograrlo.
Hasta el año pasado Bolivia se encontraba en el Nivel 3 - Lista de Observación, es decir era parte de los países que presentaban aumento en el número de víctimas de trata de personas y que no ha logrado presentar evidencia de esfuerzos para combatir la trata de personas, entre otros.
Sin embargo, al margen de esto continuamos escuchando día a día testimonios sobre desaparición de personas, explotación sexual e investigaciones fallidas. Es cierto que se promulgó una norma (la Ley 263, del 31 de julio de 2012) y se creó una unidad policial para atender exclusivamente los hechos de trata y tráfico de personas, pero esto no ha frenado el delito.
Uno de los graves errores es que para la legislación boliviana la desaparición como tal no está tipificada como delito. Únicamente se convierte en delito cuando se produce una “desaparición forzada” y ahí perdemos tiempo.
Olvidamos que estamos frente a un fenómeno considerado el tercero más lucrativo del mundo y que afecta, en particular, a mujeres y niñas de entre 12 y 26 años. Hemos escrito muchas veces sobre esto, sin embargo, siempre hay que volver sobre el problema para advertir que está lejos de desaparecer.
“La trata de personas es el mercantilismo, el comercio con seres humanos a quienes se les coarta su libertad y se les vejan sus más elementales derechos; se los explota con fines sexuales o laborales, sin importar su edad, raza, cultura ni género”.
Esto no puede ser normal, no puede estar oculto, ni debe naturalizarse a diario en una sociedad que escucha de desaparecidos y de muertos como si se tratara de películas de moda.
Siempre habrá formas de combatir estos flagelos, es cuestión de revisar nuestros errores, persistir en los aciertos y conseguir más logros.
No es hora de hacer más leyes ni de impulsar más burocracia, sino de actuar eficazmente con mayor control en las fronteras y endurecer las sanciones.
Sumado a esto se deberá brindar las garantías necesarias para quienes denuncien este delito, pues el terror es una de sus principales armas y hasta ahora ha acallado, en todo el mundo, no solo a ciudadanos sino también a autoridades.