Gobiernos, transiciones y las cartas sobre la mesa

“Otra cosa es con guitarra”, suele decirse cuando hablar de algo es mucho más fácil que ponerlo en práctica. En temas económicos son muy frecuentes las opiniones y recomendaciones de analistas de todo tipo, pero aplicarlas puede ser difícil o hasta peligroso en la vida real. La Argentina...

“Otra cosa es con guitarra”, suele decirse cuando hablar de algo es mucho más fácil que ponerlo en práctica. En temas económicos son muy frecuentes las opiniones y recomendaciones de analistas de todo tipo, pero aplicarlas puede ser difícil o hasta peligroso en la vida real. La Argentina de Macri fue un ejemplo. Veremos qué depara la Bolivia post-Evo.

Cuando terminaba el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), su gestión estaba ya signada por problemas económicos. La inflación, la devaluación y la restricción a la compra de dólares eran los más visibles. A los que se sumaba un malestar social creciente y denuncias de corrupción, entre otras.

El año 2015, el ahora presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, entonces distanciado del kirchnerismo, hacía una evaluación poco alentadora a la última gestión de su ahora vicepresidenta electa, la expresidenta CFK.

“El segundo mandato de Cristina es un mandato donde ya encontrar algo valioso es muy difícil porque ahí la economía explota, queda al descubierto el problema inflacionario, queda al descubierto el retraso cambiario y Cristina se ve obligada a hacer una devaluación del 30%”, afirmaba Alberto Fernández.

Este contexto fue aprovechado por Mauricio Macri, prometiendo la recuperación de la economía y el fin de la corrupción, apuntando al “populismo” como causa de todos los males de su país. Macri encontró que otra cosa había sido con guitarra. En su gestión, todos los problemas heredados de la gestión de CFK se multiplicaron.

Lograr una Argentina con pobreza cero, crear más y mejores empleos y bajar la inflación a un dígito están entre sus promesas económicas más importantes que han sido incumplidas.

No sólo que la pobreza y el desempleo han aumentado, sino que la inflación estimada para 2019 es incluso mayor a la que se registró en 2018 (47,6%) y sería la más alta de los últimos 28 años. Y la devaluación superará el 56% a fin de gestión.

Alberto Fernández ha realizado su propia serie de promesas en su campaña política, apuntando a superar el nefasto legado económico de Macri y mejorar las descuidadas políticas sociales. Desde 2020 se lo verá en el escenario.

Retornando la mirada a Bolivia, cabe recordar que las sucesivas gestiones de Evo Morales se caracterizaron por una combinación de estabilidad política con bonanza económica. Es cierto que, en los últimos años, quedó en evidencia que el modelo era dependiente de los precios internacionales y que pasó a financiarse con deuda pública.

Pero más allá de esto, también ha habido críticas sobredimensionadas sobre el manejo de la economía. Incluso en la actualidad hay quienes señalan que una terapia de shock es lo que Bolivia necesita, aunque ni siquiera se tengan los síntomas que dicha terapia curaría, y viendo además lo que esas políticas han causado al sur de nuestras fronteras.

Al gobierno de Jeanine Añez no le compete aplicar cambios de ningún tipo. Para eso estarán las elecciones de 2020. Para entonces, sea el propio MAS quien gobierne u otra la opción elegida por las urnas, recién se podrá ver quién es el guitarrista y cuan bien templa y rasga las cuerdas de la economía.

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