Las Viejas cosas Nuevas
Pasan los días y lo cotidiano se va imponiendo en la agenda. Nadie puede decir “normalidad”, pero es evidente que los ciudadanos de todo el país buscan encontrar ya días tediosos con nuevas metas y objetivos a corto plazo, para el día nomás, que alejen la pesadilla vivida en el último...
Pasan los días y lo cotidiano se va imponiendo en la agenda. Nadie puede decir “normalidad”, pero es evidente que los ciudadanos de todo el país buscan encontrar ya días tediosos con nuevas metas y objetivos a corto plazo, para el día nomás, que alejen la pesadilla vivida en el último mes y medio. Navidad parece acelerado.
La sensación de que “nada volverá a ser lo mismo” se va imponiendo también en el imaginario, para bien o para mal, por un lado o por el otro. Lo cierto es que al igual que en 2003, lo sucedido el 10 de noviembre de 2019 quedará grabado en la inteligencia nacional y exigirá posicionamientos claros en el inmediato futuro político, pero también en el mediano plazo.
La caída de Gonzalo Sánchez de Lozada puso punto y final a una era marcada por la ortodoxia liberal y que había hecho a Bolivia más dependiente y miserable, aun sin dejar de crecer en términos de PIB, por aquello de que los suculentos ingresos que reciben las trasnacionales y que se van del país en forma de dividendos sí cuentan para el indicador más neoliberal de los inventados.
Cosa vieja en política es que los partidos que no tienen muy claras sus posibilidades apuesten por los “frentes únicos”, convoquen la unidad frente a un poder hegemónico
La renuncia de Evo Morales, por el contrario, no supone un fracaso de su política económica, sino un sonoro revés a las ambiciones personalistas y cupulistas que subordinaron el proceso de cambio a sus líderes. A pesar de que el Gobierno hizo excesivas concesiones y giros en favor de la gran industria petrolera, soyera y financiera y mantuvo los privilegios de los sectores comerciales
En cualquier caso, el escenario está hoy más abierto que nunca. Evo Morales ha salido pero el MAS está lejos de ser derrotado. Incluso la posibilidad de que el expresidente, que ya ha renunciado a candidatear en 2020, retorne en cualquier momento, está vigente.
La campaña de 2019 iba de cosas viejas. Del pasado. De hecho, Morales y García Linera, con 14 años en el poder, hablaban de “futuro seguro” al poder compararse con rivales que habían gobernado incluso antes que ellos mismos. La campaña de 2020, sin embargo, irá de las cosas que unos y otros pretendan hacer, y ahí cobra más sentido que nunca lo de la seguridad en el futuro.
Cosa vieja en política es que los partidos que no tienen muy claras sus posibilidades apuesten por los “frentes únicos”, convoquen la unidad frente a un poder hegemónico con la intención de simular que son mayoría. Nada apunta a que este 2020 vaya a ser diferente. De seguro varios frentes reclamarán la unidad de fuerzas y se presentarán como garantes únicos, mientras el MAS, único partido con presencia territorial real y cimentado en sectores sociales populares y masivos, tendrá el desafío de revigorizar el Proceso sobre sus titulares.
Bolivia necesita tener un horizonte claro en materia económica; esta debe ser una campaña pragmática, donde los candidatos hablen claro y asuman compromisos. Nada de sorpresas. Nada de mesas de diálogo y concertación posteriores a la fecha electoral. Los programas electorales son más importantes que nunca. No es tiempo de emociones, es tiempo de racionalizar, de tomar las decisiones correctas.
La sensación de que “nada volverá a ser lo mismo” se va imponiendo también en el imaginario, para bien o para mal, por un lado o por el otro. Lo cierto es que al igual que en 2003, lo sucedido el 10 de noviembre de 2019 quedará grabado en la inteligencia nacional y exigirá posicionamientos claros en el inmediato futuro político, pero también en el mediano plazo.
La caída de Gonzalo Sánchez de Lozada puso punto y final a una era marcada por la ortodoxia liberal y que había hecho a Bolivia más dependiente y miserable, aun sin dejar de crecer en términos de PIB, por aquello de que los suculentos ingresos que reciben las trasnacionales y que se van del país en forma de dividendos sí cuentan para el indicador más neoliberal de los inventados.
Cosa vieja en política es que los partidos que no tienen muy claras sus posibilidades apuesten por los “frentes únicos”, convoquen la unidad frente a un poder hegemónico
La renuncia de Evo Morales, por el contrario, no supone un fracaso de su política económica, sino un sonoro revés a las ambiciones personalistas y cupulistas que subordinaron el proceso de cambio a sus líderes. A pesar de que el Gobierno hizo excesivas concesiones y giros en favor de la gran industria petrolera, soyera y financiera y mantuvo los privilegios de los sectores comerciales
En cualquier caso, el escenario está hoy más abierto que nunca. Evo Morales ha salido pero el MAS está lejos de ser derrotado. Incluso la posibilidad de que el expresidente, que ya ha renunciado a candidatear en 2020, retorne en cualquier momento, está vigente.
La campaña de 2019 iba de cosas viejas. Del pasado. De hecho, Morales y García Linera, con 14 años en el poder, hablaban de “futuro seguro” al poder compararse con rivales que habían gobernado incluso antes que ellos mismos. La campaña de 2020, sin embargo, irá de las cosas que unos y otros pretendan hacer, y ahí cobra más sentido que nunca lo de la seguridad en el futuro.
Cosa vieja en política es que los partidos que no tienen muy claras sus posibilidades apuesten por los “frentes únicos”, convoquen la unidad frente a un poder hegemónico con la intención de simular que son mayoría. Nada apunta a que este 2020 vaya a ser diferente. De seguro varios frentes reclamarán la unidad de fuerzas y se presentarán como garantes únicos, mientras el MAS, único partido con presencia territorial real y cimentado en sectores sociales populares y masivos, tendrá el desafío de revigorizar el Proceso sobre sus titulares.
Bolivia necesita tener un horizonte claro en materia económica; esta debe ser una campaña pragmática, donde los candidatos hablen claro y asuman compromisos. Nada de sorpresas. Nada de mesas de diálogo y concertación posteriores a la fecha electoral. Los programas electorales son más importantes que nunca. No es tiempo de emociones, es tiempo de racionalizar, de tomar las decisiones correctas.