Una transición que no debe distraerse con nada

El rol que le compete al actual Gobierno transitorio se limita a convocar a elecciones cuanto antes, preservando una estabilidad suficiente para llegar pasablemente bien a la fecha en que asuma un nuevo gobierno elegido por las urnas. En lo económico, se comenzó dando las señales adecuadas,...

El rol que le compete al actual Gobierno transitorio se limita a convocar a elecciones cuanto antes, preservando una estabilidad suficiente para llegar pasablemente bien a la fecha en que asuma un nuevo gobierno elegido por las urnas. En lo económico, se comenzó dando las señales adecuadas, pero ahora comienzan a notarse excesos o desvíos del rol fundamental.

En un primer momento, el transitorio Ministerio de Economía, seguía una línea más o menos acertada: recortando gastos superfluos para garantizar pago de bonos y otras erogaciones necesarias, y evitando la devaluación.

Tampoco ha faltado quien elogie la liberación de las exportaciones (aunque este punto es más discutible), en un intento por captar algo más de divisas en un contexto de imparable caída de las reservas internacionales.

Otro acierto ha sido no apresurarse en descabezar el Banco Central de Bolivia (BCB), todavía presidido por Pablo Ramos, considerando que es precisamente la estabilidad y la continuidad los aspectos que deben primar hasta que asuma un nuevo gobierno democrático.

Por otra parte, también es cierto que el gobierno no ha presentado todavía un diagnóstico comprehensivo y actualizado de la economía boliviana, por lo que cualquier acción en materia económica podría considerarse con más razón como arbitraria, políticamente motivada, injustificada o simplemente incomprensible.

En este plano es donde se sitúa, por ejemplo, el pedido del flamante ministro transitorio de Hidrocarburos, Víctor Hugo Zamora, para que se gestione una reunión entre la presidenta interina Jeanine Áñez y su colega de Brasil, Jair Bolsonaro, para “definir criterios” sobre la negociación de una adenda al contrato de compraventa de gas natural con Brasil.

Es cierto que el contrato GSA, firmado en 1996, feneció en junio de este año, pero el exministro Luis Alberto Sánchez señaló en numerosas ocasiones que seguiría vigente en los mismos términos porque quedaban aproximadamente 1,7 trillones de pies cúbicos de gas por entregar.

En todo caso, Zamora no ha presentado tampoco ningún diagnóstico comprehensivo ni actualizado sobre la situación hidrocarburífera del país, por lo que no estaría en condiciones técnicas y hasta morales de asumir política alguna. Este y tantos otros temas son tarea para el próximo gobierno y no competen a éste.

El primer paso, sería precisamente elaborar dichos diagnósticos debidamente documentados, para que sirvan de insumo no solo a las próximas autoridades -tanto del ejecutivo como del legislativo-, sino también para el público que debe elegir, debidamente informado, a quienes asumirán la responsabilidad de conducir al país a través de tan delicado contexto.

Lo que se sabe, incluso antes de las elecciones del 20 de octubre, es la situación de déficits gemelos, caída ininterrumpida de reservas internacionales, creciente iliquidez, mora y reprogramación bancaria.

Mientras el país espera con ansias se terminen de concretar los acuerdos vitales en la ALP, lo menos que puede hacer el ejecutivo es, simplemente, dar continuidad y estabilidad. No es momento de jugar con fuego ni pinchar el avispero.

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