Detención preventiva: La necesidad de unificar criterios

Los incendios son una lacra, especialmente en estos días de finales de invierno y principios de primavera, cuando las lluvias no han aparecido, las temperaturas suben rápidamente y los vientos soplan especial-mente fuertes respecto al resto del año. Pero ninguno de esos elementos sería...

Los incendios son una lacra, especialmente en estos días de finales de invierno y principios de primavera, cuando las lluvias no han aparecido, las temperaturas suben rápidamente y los vientos soplan especial-mente fuertes respecto al resto del año. Pero ninguno de esos elementos sería suficiente por sí mismos para generar un desastre si no intermediara la mano del hombre.

Es en esta época donde se desbroza, se alistan jardines, se saca la basura y también cuando se preparan las tierras para el cultivo y la siembra. Y el fuego, a pesar de todos los precedentes y advertencias, y que incluso se ha demostrado que los supuestos beneficios que se le atribuyen no son ciertos, aparece como el mecanismo más sencillo y rápido de acabar con las molestias.

En solo una semana, la serranía de Sama se ha incendiado dos veces; primero por La Victoria y Turumayo, luego por San Andrés – Bellavista. Ambas tienen un origen similar, tareas domésticas que se fueron de las manos a aquellos comunarios que, por supuesto, habían desoído todas las advertencias y antepuesto su supuesta pericia a la lógica.

La tolerancia con que se realizan estos “trabajos cotidianos” en las comunidades contrasta con los clamores de las redes sociales. La Federación de Campesinos, inquirida mil veces sobre el asunto y la necesidad de concienciar a sus bases admite que existe el problema y que no se logra sensibilizar lo suficiente, pero los daños son inmediatos y desde luego, no pare-ce buena idea dejar el asunto a un juzgamiento de la comunidad.

Sin embargo, es necesario aunar el criterio y seguir haciendo pedagogía sobre los procedimientos judiciales, puesto que no hay peor justicia que la que llega tarde.En el caso de La Victoria, el culpable fue identificado y remitido a prisión tras la audiencia cautelar.

El comunario había resultado ser el cuidador del lote del Viceministro Eduardo Cortes, que reconoció que el incendio inició en su casa pero negó haber dado instrucciones precisas al respecto del procedimiento y señaló que apenas le pedía que le regara las plantas.

En el caso de Bellavista, el culpable fue quien llamó para dar el aviso. Posteriormente fue sentado en la audiencia cautelar y remitido a su hogar en calidad de detención domiciliaria.

Ambos casos son prácticamente idénticos, y es cierto que en las redes y en las calles cunde aquello de “de alguna forma tendrán que dejar de hacerlo”, pero la cuestión es que en la audiencia cautelar no se juzga el delito sino que se establecen medidas para garantizar la continuidad del proceso, que tiene un plazo tal vez absurdo para ser investigado en busca de esclarecer la verdad de los hechos.

Ni el comunario de La Victoria ni el de Bellavista parecen acreditar un probable riesgo de fuga, ni tampoco la capacidad de influir en el proceso, destruir pruebas o seguir incurriendo en delitos similares que hagan necesaria la detención.

Por el contrario, a diario vemos audiencias relacionadas al enriquecimiento ilícito, a la corrupción pública y a otras conductas similares que, sin embargo, se saldan poniendo a disposición un par de amigos con laburo o yendo a firmar cada 15 días.

Convendría de una vez poner estos asuntos en clara transparencia y no dejarlo a la libre interpretación, porque cualquiera podría creer que la suerte es distinta en función del estatus económico de cada uno, aun si fuera mal hallado, lo que supondría asumir que la justicia no es igual para todos.

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