En Bolivia todavía existe confianza
No nos referimos precisamente a la confianza en las instituciones públicas de toda índole y nivel, sino exclusivamente a la economía, que al final de cuentas, es lo que más interesa hoy por hoy a la mayor parte de la población latinoamericana y boliviana, y es la carta más fuerte a la que...
No nos referimos precisamente a la confianza en las instituciones públicas de toda índole y nivel, sino exclusivamente a la economía, que al final de cuentas, es lo que más interesa hoy por hoy a la mayor parte de la población latinoamericana y boliviana, y es la carta más fuerte a la que apela el gobierno de Evo Morales en esta época electoral: la estabilidad, la economía.
Sobre aquello, lo que está claro es que, pese a sus sombras, el manejo de la macroeconomía ha sido relativamente prudente, acaso a veces demasiado apegado a la ortodoxia. Pero ha servido para evitar derroteros como el de Venezuela. También se ha evitado el de Argentina, o al menos se ha ganado algo más de tiempo.
Hay quienes consideran que la Bolivia de hoy es la Argentina de 2015, y que deberíamos esperar problemas similares a los de ese vecino grande del sur en los próximos años.
¿Qué indicadores debieran observarse para analizar aquello? El comportamiento de las reservas internacionales (RIN), el tipo de cambio, posibles nuevas determinaciones con el encaje legal, la inflación y la cotización del dólar en el mercado paralelo.
Por ahora, ninguno de estos indicadores parece estar emitiendo señales de preocupación, salvo uno: las RIN. Bien se sabe del histórico ascenso de las RIN hasta superar los 15 mil millones de dólares en 2014, y también de su vertiginosa caída, hasta los 7.945 millones registrados al 3 de septiembre de 2019.
La tendencia a la baja de las reservas no parece ver un final cercano. Los más pesimistas entre los analistas creen que a lo largo del próximo 2020 podrían caer hasta los 5.000 millones de dólares, generando una creciente presión sobre el tipo de cambio, eventuales afectaciones al sistema bancario y financiero, y otros posibles efectos dominó, agravados siempre por el desfavorable contexto internacional.
Si el futuro de la economía boliviana se parecerá al presente de la Argentina es algo que el tiempo lo dirá, posiblemente no ocurra. Pero sí que hay una diferencia mayúscula entre ambas realidades, y mientras ésta se mantenga, también se mantendrá más o menos solvente la economía de nuestro país: la confianza.
El experto argentino Roberto Cachanosky, aunque de tendencia liberal, lo grafica de la siguiente manera: “Los bancos tienen liquidez para devolver los depósitos en dólares. ¿Por qué la gente retira los depósitos en dólares si los bancos pueden devolverlos? Porque la gente no tiene por qué saber cuáles son los encajes en dólares, y porque sí sabe del pasado confiscatorio argentino”.
Efectivamente, Bolivia no tiene el pasado confiscatorio que Argentina. Efectivamente, los argentinos no tienen confianza, algo que se ha exacerbado con cada una de las medidas neoliberales aplicadas por Mauricio Macri, ciegamente obediente del FMI.
Efectivamente, una de las grandes fortalezas de la economía boliviana es que todavía existe confianza. Sin embargo, todo puede cambiar en un instante. Las RIN y la deuda por ahora lo sostienen todo, pero urge encontrar fuentes más sostenibles y abundantes de ingresos. Vivir del pasado nunca sirvió para construir futuro.
Sobre aquello, lo que está claro es que, pese a sus sombras, el manejo de la macroeconomía ha sido relativamente prudente, acaso a veces demasiado apegado a la ortodoxia. Pero ha servido para evitar derroteros como el de Venezuela. También se ha evitado el de Argentina, o al menos se ha ganado algo más de tiempo.
Hay quienes consideran que la Bolivia de hoy es la Argentina de 2015, y que deberíamos esperar problemas similares a los de ese vecino grande del sur en los próximos años.
¿Qué indicadores debieran observarse para analizar aquello? El comportamiento de las reservas internacionales (RIN), el tipo de cambio, posibles nuevas determinaciones con el encaje legal, la inflación y la cotización del dólar en el mercado paralelo.
Por ahora, ninguno de estos indicadores parece estar emitiendo señales de preocupación, salvo uno: las RIN. Bien se sabe del histórico ascenso de las RIN hasta superar los 15 mil millones de dólares en 2014, y también de su vertiginosa caída, hasta los 7.945 millones registrados al 3 de septiembre de 2019.
La tendencia a la baja de las reservas no parece ver un final cercano. Los más pesimistas entre los analistas creen que a lo largo del próximo 2020 podrían caer hasta los 5.000 millones de dólares, generando una creciente presión sobre el tipo de cambio, eventuales afectaciones al sistema bancario y financiero, y otros posibles efectos dominó, agravados siempre por el desfavorable contexto internacional.
Si el futuro de la economía boliviana se parecerá al presente de la Argentina es algo que el tiempo lo dirá, posiblemente no ocurra. Pero sí que hay una diferencia mayúscula entre ambas realidades, y mientras ésta se mantenga, también se mantendrá más o menos solvente la economía de nuestro país: la confianza.
El experto argentino Roberto Cachanosky, aunque de tendencia liberal, lo grafica de la siguiente manera: “Los bancos tienen liquidez para devolver los depósitos en dólares. ¿Por qué la gente retira los depósitos en dólares si los bancos pueden devolverlos? Porque la gente no tiene por qué saber cuáles son los encajes en dólares, y porque sí sabe del pasado confiscatorio argentino”.
Efectivamente, Bolivia no tiene el pasado confiscatorio que Argentina. Efectivamente, los argentinos no tienen confianza, algo que se ha exacerbado con cada una de las medidas neoliberales aplicadas por Mauricio Macri, ciegamente obediente del FMI.
Efectivamente, una de las grandes fortalezas de la economía boliviana es que todavía existe confianza. Sin embargo, todo puede cambiar en un instante. Las RIN y la deuda por ahora lo sostienen todo, pero urge encontrar fuentes más sostenibles y abundantes de ingresos. Vivir del pasado nunca sirvió para construir futuro.