Las cosas del Comité Cívico

En general, el movimiento cívico, en mayor medida que el vecinal, ha entrado en un bucle de irrelevancia tanto a nivel local como nacional producto de una serie de decisiones que lo han llevado hacia el ostracismo. En general, en el país, apenas cuenta con cierto cuerpo en Santa Cruz y en...

En general, el movimiento cívico, en mayor medida que el vecinal, ha entrado en un bucle de irrelevancia tanto a nivel local como nacional producto de una serie de decisiones que lo han llevado hacia el ostracismo. En general, en el país, apenas cuenta con cierto cuerpo en Santa Cruz y en Tarija, y ambos parecen haber tomado la misma dirección.

La participación es un valor a la baja. Los 70 – 80 y 90 fueron tiempos de movilización a nivel mundial, tiempos en los que se consiguieron derechos y se introdujeron luchas que expandieron los conceptos políticos. Nuevas plataformas y redes ciudadanas se auparon en la sociedad como réplica a los lobbies del sector empresarial que ya ocupaban muchos puestos alrededor del poder. Bolivia no fue una excepción.
Es ponderable el intento de los Dávila, Bacotich y compañía de tratar de sacar al Comité Cívico de su ostracismo. Por otro lado, no hay por qué exigirle a los directores cívicos que tengan un mínimo de criterio político para la toma de decisiones.
En los últimos años, sin embargo, la participación ha cobrado un valor relativo, la movilización solo funciona cuando se tocan los intereses propios, que entonces sí los afectados reaccionan como sindicato; mientras que otros intereses se agrupan sobre causas más o menos positivas a nivel mundial. El activismo pasa a ser una cosa que se expresa en las redes sociales, y que algunas veces sale a votar. Pero otras no.

Lo vecinal, en tanto en cuanto comparte problemas de un grupo de gente que comparte espacio común, ha logrado acoplarse a las nuevas tendencias. Los grupos de WhatsApp hacen furor en la Fedjuve y han derrotado ya a más de un caudillo barrial. Lo cívico, sin embargo, sigue anquilosado en un modelo antiguo que acaba no representando a nadie.

En este siglo, los Comités Cívicos han estado controlados directamente por los poderes ejecutivos, salvo con la excepción del bienio de Waldemar Peralta, que cohabitó con la Gobernación de Lino Condori, que a su vez funcionaba subordinada a los dictados nacionales.

La dinámica ha sido más o menos perniciosa, y con el tiempo, el Comité Cívico se ha devaluado incluso como “brazo armado” de la causa autonomista por su escaso poder de convocatoria y por lo primario de sus exigencias.

En esa coyuntura, es ponderable el intento de los Dávila, Bacotich y compañía de tratar de sacar al Comité Cívico de su ostracismo. Por otro lado, no hay por qué exigirle a los directores cívicos que tengan un mínimo de criterio político para la toma de decisiones.

El Gobierno no dudó ni un momento en aceptar la convocatoria del Comité Cívico, no por lo legítimo o no da la misma, como argumentan los cívicos, sino por el evidente momento político que se vive. Para Morales es nada más que una nueva conquista que sumar a su larga lista en Tarija, porque la política va precisamente de fotos y de compromisos. A 40 días de las elecciones, la reunión era un regalo irrechazable.

A la Gobernación no le cae tampoco mal. Cualquier compromiso de asumir responsabilidades que de otra forma no se cumplirían o tendría que asumir el Tesoro Departamental es buena en esta coyuntura. Más allá de las palabras, cada cual queda preso de sus compromisos.

Y el Comité Cívico, pues ha intentado algo diferente en una sui géneris negociación donde el ganar – ganar no era posible. Los resultados, eso sí, se verán en unos días. Concretamente el 10 de octubre.

 

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