Asamblea, sin agenda ni ganas de tenerla

Pasan las semanas y la Asamblea Legislativa Departamental se esfuerza en seguir manteniéndose como una de las instituciones peor valoradas de la autonomía departamental. El tema es grave, porque debería ser la más importante, y sin embargo, es la menos amigable. Hay muchos factores que han...

Pasan las semanas y la Asamblea Legislativa Departamental se esfuerza en seguir manteniéndose como una de las instituciones peor valoradas de la autonomía departamental. El tema es grave, porque debería ser la más importante, y sin embargo, es la menos amigable.

Hay muchos factores que han contribuido a esa imagen. Desde el propio desconocimiento hasta el esfuerzo que han hecho muchos asambleístas, de esta y de la anterior gestión, en presentarse como sujetos muy preocupados por los intereses sectoriales o partidarios y muy poco por los que afectan al común de los tarijeños. De hecho, en los últimos años, la Asamblea parece más preocupada por los intereses del Gobierno nacional en Tarija o de las grandes empresas petroleras – esas que más ganarán cuando el departamento se atomice – que por los de los habitantes que viven dentro de sus fronteras.

Hace dos semanas, algunos miembros de las bancadas y la directiva, tal vez aquellos que se alistaban para ser comisión permanente, salieron furibundos a negar que fueran a analizar tomarse dos semanas de receso coincidiendo con el invierno y la vacación escolar. Al parecer, la Asamblea finalmente no tomó vacaciones, aunque las sesiones se han convocado a cuentagotas y sin resultados más allá de lo ordinario.
Ojalá que en el futuro inmediato, aquellos que deciden las listas de candidatos piensen en el largo plazo y no en la compensación política
Quedan apenas diez meses de legislatura y lo cierto es que lo sucedido debería invitar a una reflexión profunda a todos los partidos que en la próxima elección quieran encontrar algún espacio y promover a algunos de sus líderes al hemiciclo.

En 2015, la legislatura empezó con una fuerte coyuntura de crisis, con el barril de petróleo cayendo en picado y con centenares de obras comprometidas. El diagnóstico no era difícil y tampoco la posibilidad de dar una mano al ejecutivo, puesto que una vez más el MAS había logrado una mayoría muy significativa en la Asamblea demostrando su poder territorial, y teniendo en cuenta que la mayor parte de los problemas por la falta de financiamiento se iban a dar precisamente en los municipios y provincias, que es donde se concentró la inversión – sin entrar a valorar su utilidad -.

Lo cierto es que el primer presidente de la Asamblea, William Guerrero, hoy flamante subgobernador de Padcaya, estuvo dos años en el cargo y salió aún más empresario de lo que entró, pero no logró viabilizar ninguna solución. Fue en 2017 – 2018, con Sara Armella al frente de la Directiva y con Tarija agonizando, que el Gobierno abrió la mano con los primeros fideicomisos y los créditos privados. Después se colocó Guillermo Vega, cuyos dotes para la resolución de conflictos brillan por su ausencia, y la parálisis volvió al Legislativo. Con todo, fue reelegido.

Quedan pocos meses y tal vez alguien pensaría que los asambleístas alistarían un final digno para poder optar a otros cargos, pero no parece ser el caso. Guillermo Vega y los suyos han dejado llevar al límite el tema del 45% sin dar solución; tampoco ha abierto la boca sobre Tariquía o sobre el declive de producción de gas en Tarija; en los temas carreteros, como el de la Variante Canaletas, se limitan a apoyar el criterio de la ABC, que es tan correcto como insolidario; las leyes pendientes como la de Alianzas Público – Privadas, que debían servir para dinamizar la economía territorial, es una quimera y otras orgánicas esenciales, como la Electoral, ni avanza ni se prevé que lo haga hasta la convocatoria de las próximas elecciones y además, nadie tiene una propuesta para llenar el vacío que va a dejar.

Hay muchos más temas que la Asamblea podría abordar. Ojalá que en el futuro, aquellos que deciden las listas piensen en el largo plazo y no en la compensación política. Porque el asunto es más serio de lo que parece.

 

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