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El último

El desierto se expandió, la aridez extrema devoró las últimas especies, el escenario apocalíptico cuasi consumado estaba, pero a punto de apagar el interruptor de la vida una centella puso alto, detuvo las manecillas, congeló el presente y contuvo lo inevitable. Allá...

El desierto se expandió,

la aridez extrema devoró las últimas especies,

el escenario apocalíptico cuasi consumado estaba,

pero a punto de apagar el interruptor de la vida

una centella puso alto,

detuvo las manecillas,

congeló el presente

y contuvo lo inevitable.

Allá en lo lejos,

en lugar recóndito y apartado,

guarecido en una cueva

aquel hombre sin nombre mantuvo entereza,

sobrevivió al frío y al hambre,

se aferró a sí mismo e inició la resistencia.

El grabado ancestral se cumplió

y la vida tuvo otra oportunidad:

el acabose se detendría

y la destrucción se revertiría

si un solo hombre,

aunque se tratase del último,

mantuviese viva la esperanza

y conservase la llama interna,

porque él sería la brasa

para que reviva todo,

para que se propague el amor

y empecemos de nuevo.

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