La credibilidad de Sánchez (III)

La capacidad del Ministerio de Hidrocarburos y su representante político, el ministro Luis Alberto Sánchez, de cambiar de opinión y modificar los argumentos expuestos ingresan ya en terrenos patológicos. Lo que el miércoles la Agencia Boliviana de Información recogía como la buena noticia...

La capacidad del Ministerio de Hidrocarburos y su representante político, el ministro Luis Alberto Sánchez, de cambiar de opinión y modificar los argumentos expuestos ingresan ya en terrenos patológicos. Lo que el miércoles la Agencia Boliviana de Información recogía como la buena noticia del año, es decir, que el contrato de gas con Argentina se ampliara más allá de 2030 para enviar la misma cantidad de gas que se debía enviar hasta 2026, y que fue replicado por todos los medios oficialistas en la misma línea, se convirtió al día siguiente en una información cuasi incierta y cuasi negada, apelando a un interés patrio no contrastado.
Para Sánchez es necesario “aclarar a los bolivianos que la reingeniería del contrato de gas con Argentina no debe preocuparnos, primero, porque el contrato sólo será modificado si las nuevas condiciones van a ser más beneficiosas en términos económicos para Bolivia y, segundo, porque Argentina no es el único mercado de gas boliviano”.
La primera afirmación es evidentemente muy relativa, peor si el juzgador del interés de Bolivia es el mismo ministro Luis Alberto Sánchez. La propuesta celebrada eufóricamente el miércoles como un “mercado más allá de 2030” supone un prorrateo de regalías en el tiempo por voluntad del Gobierno argentino, y no del boliviano, y por tanto, una disminución de ingresos inminente. En El País no somos partidarios de la exportación sin límite ni todas esas tesis que curiosamente se han reinstalado con fuerza en el Gobierno inicialmente soberanista del MAS y que vuelven a hablar del “corazón energético” desde la perspectiva de la exportación; de hecho, promovemos la conformación de una reserva estratégica que garantice los proyectos de industrialización del Chaco – relegados sin pudor por el mismo Sánchez -, pero otra cosa es que el Ministro construya falsedades sobre falacias, valga la redundancia.
La segunda afirmación es idénticamente demagógica; el gas boliviano cuenta con el mercado interno que ya supera los 14 millones de metros cúbicos. El resto son firmas de intenciones cada vez más relativas. Sánchez habla de las intenciones de algunos estados federados del Brasil, que en el mejor de los casos reemplazarán el 50 por ciento del actual contrato que vence en 2019 – y que el ministro asegura se seguirá alargando en el tiempo porque no se han alcanzado los volúmenes comprometidos sin aclarar si se han pagado o no – y de la intención firmada con el Paraguay, por tercera vez, de estudiar la construcción de un ducto hasta ese minúsculo mercado en un país exportador de energía eléctrica gracias a sus magníficas hidroeléctricas.
Sánchez habla también de una supuesta brusca fluctuación en las nominaciones argentinas, algo que no recogen los datos del sistema Scada y que llegan a la secretaría de Hidrocarburos de la Gobernación; y no habla del sostenido descenso de la producción hidrocarburífera durante su gestión, que ya apenas supera los 54 millones de metros cúbicos diarios y que no permitirían satisfacer el mercado interno (que demanda 14 millones de metros cúbicos), el de Brasil (que demanda 24 pero puede demandar hasta 30) y el de Argentina (que podía ser hasta 20 millones de metros cúbicos aunque ahora se quede en 12).
Es posible que para Sánchez y su Gobierno lo más importante para Bolivia ahora sea sucumbir a las exigencias argentinas, pero cobrar la deuda de 450 millones de dólares antes de la campaña electoral y no abrir ninguna posibilidad de crisis económica. Como si Macri se fuera a quedar tranquilo con eso.

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