La autonomía no es caridad

La campaña electoral para 2019 promete ser larguísima. No ha hecho más que empezar y algunos de los protagonistas ya dan muestras de agotamiento. El clima preelectoral ya existía antes de que se pusiera vigente la Ley de Partidos y se oficializó con el adelantamiento de las elecciones...

La campaña electoral para 2019 promete ser larguísima. No ha hecho más que empezar y algunos de los protagonistas ya dan muestras de agotamiento. El clima preelectoral ya existía antes de que se pusiera vigente la Ley de Partidos y se oficializó con el adelantamiento de las elecciones Primarias para el mes de enero de 2019, pero saltó por los aires con la derrota en La Haya el 1 de octubre de 2018. Todos los protagonistas habían prometido una victoria, tantas veces que habían hecho creer a la inmensa mayoría de la desconfiada y derrotista población boliviana… y se perdió. Desde entonces se siente una disonancia entre la actitud y el mensaje de aquellos que buscan la Presidencia y en particular, del presidente del Gobierno Evo Morales.
Después de 13 años de Gobierno, con su consiguiente desgaste, acelerado en los últimos años desde el desconocimiento de los resultados del referéndum del 21 de febrero y con asuntos delicados como el propio mar y otros tantos escándalos de corrupción, al MAS le resulta cada vez más difícil ilusionar a sus votantes y mucho más, atraer a ese 20 por ciento urbano que le ha dado las mayorías significativas de los últimos años. Las encuestas – todas - reiteran esta tendencias; también el análisis de los mensajes recurrentes.
La situación es especialmente complicada en Tarija, donde por ejemplo la propuesta estrella que el Socialista MAS ha desempolvado trece años después, el de la salud universal y gratuita, no tiene cabida, puesto que la autonomía departamental lo implementó hace ya una década; incluso antes de que hubiera autonomía formal.
El resto de promesas y proyectos que el Gobierno baraja para Tarija resultan antiguas y reiteradas. Por ejemplo, en el valle central de Tarija se prometió una mejora en el aeropuerto ya en tiempos de Lino Condori, antes de las elecciones de 2014: no existe. En la campaña del referéndum de 2016 se prometió la planta de Tratamiento de San Blas: no existe. Un estadio en San Andrés: no existe. El Ministerio de Medio Ambiente comprometió el proyecto Guadalquivir para salvar el río: no existe. En el Chaco se prometió también aeropuerto: no existe; petroquímica: no existe; doble vía en la mortal Ruta 9: no existe…
En Tarija ya chirría cuando el presidente y sus secuaces aparecen en los actos prometiendo millones y millones y los alcaldes y subgobernadores agradecen con todo tipo de excesos las inversiones realizadas. Chirría por la sencilla razón de que el 89 por ciento del valor de los recursos que sale de las entrañas de esta tierra se va al Tesoro General de la Nación. Y no se trata de cuestionar esa distribución ni abrazar causas separatistas, sino de no presentar una devolución mínima de esos recursos como si fuera una dádiva discrecional por la cual estar eternamente agradecidos con los que mandan. Es raro que después de tantos años, los colaboradores del presidente no le hayan podido explicar este mínimo detalle que le ayudaría a congraciarse algo con la población tarijeña.
La mejor campaña que el Gobierno podría hacer en Tarija sería tratar de respetar la autonomía, respetar a los tarijeños que toman sus decisiones y colaborar en el rumbo definido para que todos juntos alcancemos las metas de vivir bien en un departamento mejor. El resto es perder el tiempo.

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