Evo baja los brazos
El Movimiento Al Socialismo (MAS) tiene un problema, básicamente, propio de la edad y en este caso, de la permanencia en el poder. El presidente Evo Morales parece haber perdido la ilusión por gobernar y hacer cambios reales en el país y la deriva parece haberse acelerado luego de la derrota...
El Movimiento Al Socialismo (MAS) tiene un problema, básicamente, propio de la edad y en este caso, de la permanencia en el poder. El presidente Evo Morales parece haber perdido la ilusión por gobernar y hacer cambios reales en el país y la deriva parece haberse acelerado luego de la derrota en La Haya. Ayer, en San Lorenzo, durante la entrega de una escuela en Lajas, el presidente Morales dio por cumplida la Agenda de Octubre luego de la nacionalización y la nueva Constitución Política del Estado, señalado que después se ha podido dar el cambio económico.
Si la declaración no se entendiera dentro de un marco de agotamiento y rechazo a cualquier tipo de crítica, por pequeña que sea, se podría interpretar que Morales consideraba la Agenda de Octubre un medio, y no un fin en sí mismo, para llegar a tomar el control de la economía nacional para nadie sabe bien qué objetivos si es que estos no son los que estaban incluidos en la propia Agenda de Octubre. Teniendo en cuenta que Bolivia se maneja básicamente en la economía del libre mercado más neoliberal - salvo con algunas medidas como la regulación del precio de los hidrocarburos u otras ocurrencias más desafortunadas, como el doble aguinaldo – y que desde la nueva Constitución se han reiterado las felicitaciones de organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, algo no acaba de cuadrar.
Ayer el presidente llegó a Lajas a entregar la escuela que lleva por nombre Lino Morales, el héroe tarijeño de la Guerra del Pacífico, el que logró una victoria en Canchas Blancas pero acabó derrotado sin asistencia. Al otro Morales, no le quedaban muchas ganas de hablar precisamente del Pacífico luego de La Haya y optó por recuperar el mito de su génesis aprovechando que las fechas – 15 aniversario de la matanza en El Alto que al día siguiente motivó la huida de Gonzalo Sánchez de Lozada – le favorecían, sin embargo, el discurso queda ya demasiado lejos.
A Morales lo han puesto en modo campaña electoral con la confianza de que el mar iba a ser su principal baza, y tras la derrota, ni siquiera le han dado tiempo para el duelo correspondiente y eso le está pasando factura no solo en su perfil de candidato, cada vez más agotado, sino también en el de Presidente, cada vez más desconcentrado.
Los dos pilares de la Agenda de Octubre eran la nueva Constitución y la Nacionalización de los Hidrocarburos, pero no era nomás quedarse ahí, sino que exigía todo su desarrollo. Si en el desarrollo constitucional faltan aspectos institucionales efectivos, mucho más evidente es la carencia de resultados luego de la Nacionalización.
El hito de la planta de urea y amoniaco no es sino el principio del camino de la industrialización que tenía que darse con las plantas petroquímicas de propileno y de etileno en el Gran Chaco, que sin embargo se encuentran demorados. La exploración y explotación sigue estando a merced de la voluntad de las empresas extranjeras y los mercados siguen siendo escasos, dejando la posición negociadora de Bolivia en debilidad.
Bolivia está lejos del objetivo final y ciertamente, se requiere mucha energía a todos los niveles para empujar al país hacia allí; no se trata solo de cálculos electorales o de mensajes políticos, pero sin duda que el agotamiento será un factor determinante.
Si la declaración no se entendiera dentro de un marco de agotamiento y rechazo a cualquier tipo de crítica, por pequeña que sea, se podría interpretar que Morales consideraba la Agenda de Octubre un medio, y no un fin en sí mismo, para llegar a tomar el control de la economía nacional para nadie sabe bien qué objetivos si es que estos no son los que estaban incluidos en la propia Agenda de Octubre. Teniendo en cuenta que Bolivia se maneja básicamente en la economía del libre mercado más neoliberal - salvo con algunas medidas como la regulación del precio de los hidrocarburos u otras ocurrencias más desafortunadas, como el doble aguinaldo – y que desde la nueva Constitución se han reiterado las felicitaciones de organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, algo no acaba de cuadrar.
Ayer el presidente llegó a Lajas a entregar la escuela que lleva por nombre Lino Morales, el héroe tarijeño de la Guerra del Pacífico, el que logró una victoria en Canchas Blancas pero acabó derrotado sin asistencia. Al otro Morales, no le quedaban muchas ganas de hablar precisamente del Pacífico luego de La Haya y optó por recuperar el mito de su génesis aprovechando que las fechas – 15 aniversario de la matanza en El Alto que al día siguiente motivó la huida de Gonzalo Sánchez de Lozada – le favorecían, sin embargo, el discurso queda ya demasiado lejos.
A Morales lo han puesto en modo campaña electoral con la confianza de que el mar iba a ser su principal baza, y tras la derrota, ni siquiera le han dado tiempo para el duelo correspondiente y eso le está pasando factura no solo en su perfil de candidato, cada vez más agotado, sino también en el de Presidente, cada vez más desconcentrado.
Los dos pilares de la Agenda de Octubre eran la nueva Constitución y la Nacionalización de los Hidrocarburos, pero no era nomás quedarse ahí, sino que exigía todo su desarrollo. Si en el desarrollo constitucional faltan aspectos institucionales efectivos, mucho más evidente es la carencia de resultados luego de la Nacionalización.
El hito de la planta de urea y amoniaco no es sino el principio del camino de la industrialización que tenía que darse con las plantas petroquímicas de propileno y de etileno en el Gran Chaco, que sin embargo se encuentran demorados. La exploración y explotación sigue estando a merced de la voluntad de las empresas extranjeras y los mercados siguen siendo escasos, dejando la posición negociadora de Bolivia en debilidad.
Bolivia está lejos del objetivo final y ciertamente, se requiere mucha energía a todos los niveles para empujar al país hacia allí; no se trata solo de cálculos electorales o de mensajes políticos, pero sin duda que el agotamiento será un factor determinante.
