El recuerdo del Chaco para unir el continente

Hoy se cumplen 83 años desde que se firmara el armisticio entre las tropas bolivianas y paraguayas tras una larga contienda de casi tres años y que está considerada entre las diez guerras más cruentas del mundo y una de las principales del continente. La Guerra del Chaco sirvió en muchos...

Hoy se cumplen 83 años desde que se firmara el armisticio entre las tropas bolivianas y paraguayas tras una larga contienda de casi tres años y que está considerada entre las diez guerras más cruentas del mundo y una de las principales del continente. La Guerra del Chaco sirvió en muchos casos de campo de prueba, de experimentos bélicos en un contexto de incertidumbre mundial y una guerra intermediada por el poder transnacional y el control de los recursos naturales por mucho que se empeñen en negarlo los neorevisionistas.

Paraguay y Bolivia, dos pueblos comunicados ancestralmente, han vivido cuasi de espaldas desde la consolidación de las Repúblicas y la liberación del yugo español, responsable en buena medida de la despoblación que persiste en los bosques chaqueños. La convivencia antes de la Guerra del Chaco (1932 – 1935) nunca había sido especialmente conflictiva entre ambos países, más al contrario, los pueblos indígenas y las ramificaciones familiares trascienden fronteras y trazan otras líneas más reconocibles.

En cualquier caso, las particulares condiciones climáticas y ambientales han hecho que los lugares de transición, aquellos en los que se desarrolló la guerra, sean espacios semi abandonados y muy poco poblados. En ese sentido, sus habitantes son una mezcla de originarios y aventureros que han consolidado posiciones y han llegado a desarrollar sentidos de amor y pertenencia respecto a sus territorios.

En los últimos años se han empezado a plantear con más seriedad proyectos que realmente hagan a la vinculación territorial y al desarrollo de la región chaqueña en particular cuyo problema principal es el agua. El chaco paraguayo está muy lejos de Asunción, el chaco boliviano muy lejos de La Paz y ni qué decir del chaco argentino respecto a Buenos Aires. En ese contexto y luego de las luchas autonómicas, ha llegado el momento de encontrar soluciones mancomunadas a los problemas del Chaco.

Siempre en estas fechas llegan anuncios de un lado y de otro. Al Plan Belgrano argentino, que cada año reverdece la inversión ferroviaria y de dobles vías poniendo atención en Aguas Blancas y Pocitos se ha sumado este año la iniciativa paraguaya de reconstruir desde el principio la ruta Transchaco, que llega hasta Mariscal Estigarribia y resulta clave para vincular a ese país con los puertos del Pacífico. En Bolivia recién se ha entregado el tramo Entre Ríos – Palos Blancos que debía servir para aumentar el atractivo de llegar a ellas a través de Tarija. Veremos cuantas de ellas se concretan.

En cualquier caso, rumbo a la integración, Bolivia debe dar pasos en el entendimiento de la región chaqueña, sin someterse. Entendiendo que las fuentes de agua brotan en este suelo y que sin embargo son aprovechadas aguas abajo el acuerdo es imprescindible, pero requiere posiciones de fuerza. Domar las aguas del Pilcomayo en territorio boliviano tendrá consecuencias tanto en el costoso mantenimiento de unas represas que deberán regular uno de los ríos que arrastra más sedimentos del mundo como en la actividad piscícola que mueve la economía local y fija población en Villa Montes. Es necesario por ello un análisis concienzudo y tomar decisiones concretas y seguras, descartando las ocurrencias que puedan impactar en la integración regional.

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