El gato amarillo

Carlos abrió los ojos y la oscuridad lo inundó. No entendía cómo había llegado hasta ahí, lo único que sabía era que estaba solo, lejos de su casa. La oscuridad era tan espesa que apenas podía moverse. Esperó durante quién sabe, horas quizás, hasta que vio una luz que se iba haciendo...

Carlos abrió los ojos y la oscuridad lo inundó. No entendía cómo había llegado hasta ahí, lo único que sabía era que estaba solo, lejos de su casa. La oscuridad era tan espesa que apenas podía moverse. Esperó durante quién sabe, horas quizás, hasta que vio una luz que se iba haciendo más y más intensa.

Intentó gritar pero era inútil: las palabras quedaban atrapadas en su boca… La luz, que era un enorme coche de colores llamativos y cristales polarizados, pasó justo por donde él estaba. Cerró los ojos, porque supo lo que sucedería. Cuando volvió a abrirlos, las luces rojas se alejaban y él seguía allí. Todavía aturdido comenzó a caminar hacia alguna parte. El miedo se había adherido a sus huesos. Se tendió al costado del camino, donde ya no había asfalto; y entonces, el frío cesó y él se quedó dormido.
Al abrir los ojos, Carlos supo dónde estaba. Se puso de pie y caminó hacia su casa. No pudo entrar. Por mucho que se aferró y tiró del picaporte. Y cuando su madre salió, vestida de negro, tampoco lo vio; aunque Carlos tironeó de su ropa sin poder romperla e intentó abrazarla.

Deambuló durante horas por la ciudad. Una vez confirmada su muerte, ya no había nada que hacer, creía. Se tendió bajó un árbol, entonces, un gatito amarillento y raquítico se le acercó. Carlos lo tomó entre sus manos y comprobó que el pequeño animalito sí podía verlo y sentir sus caricias. Esta certeza iluminó su rostro y toda su vida.
Cuando la mamá de Carlos regresó esa tarde del entierro y se encontró en el umbral de su casa con un gatito diminuto temblando de frío, no lo dudó. Sacó un brillo de sus ojos, ya casi marchitos, tomó a la criatura entre sus brazos y entró con ella en la casa. A veces la muerte nos apalea, pero la vida siempre se resiste.

Más del autor
¿A dónde iré?
¿A dónde iré?
Tema del día
Tema del día
Los demonios de la 348
Los demonios de la 348